Todos los
festivales del mundo, los de metal y los del género que sea, nacen con más preguntas
que respuestas. Idealmente, todos deberían mejorar con cada edición, pero eso
requiere de un atributo que el ser humano en general no siempre recibe de buena
gana: la capacidad de tolerar la crítica. Cuando un ser humano aprende a leer y
escuchar la crítica sin el estorbo de la entraña, crece. Obviamente ese proceso
no es fácil, y menos en un mundo como el de hoy en el que las redes sociales se
desbordan de opinólogos cuyo único mérito es, bueno, ninguno.
Se entiende
que en el mundo de hoy la democracia en cuanto a libertad de expresión, por lo
menos en la mayor parte del mundo occidental, es casi total. Es decir, todos
tenemos derecho a tener y externar una opinión sobre el tema que sea. El
problema es que internet derrumbó todos los filtros y le ofreció acceso para difundir
sus opiniones a todo mundo en todos los temas, estén calificados para opinar o
no, y eso al final del día aporta poco y complica mucho. Nadie puede –ni debe-
obligarme a callar mi visión sobre física cuántica, pero yo debo tener la
capacidad analítica y de auto crítica para saber que ese es un tema del que si
hablo, probablemente diré más tonterías que cosas ciertas. Sin ese filtro de
auto censura o de control sobre los impulsos de pertenecer a todo vía Facebook
y Twitter primordialmente, lo único que se ha logrado es perpetuar la gran
contradicción de que en ésta, la era de la información sin límites, es cuando
los humanos estamos más desinformados.
Todo esto
influye en los seres humanos a la hora de tomar decisiones. Eso y la parte
contraria: los opinólogos lambiscones que tuercen la verdad hasta límites
insospechados con el único fin de obtener un beneficio personal, y ya que el
texto habla sobre el Hell and Heaven, eso se traduce en boletos gratis o
invitaciones a fiestas o acceso a confirmaciones de algunas bandas antes que la
mayoría o, simplemente, en “likes”, “shares” y “views” (es que ya nadie usa
terminología en español, ¿para qué?).
¿Quiénes hacen
más daño? Difícil de responder. Por un lado, los que opinan de todo sin saber
de nada ayudan a confundir a la gente en temas de toda índole, y la confusión
es por definición un estado anormal y con connotaciones negativas. En términos
coloquiales: no está chido estar confundido. Así, la crítica que viene de este
sector de personas es poco valiosa porque en general no tiene muchos argumentos
para criticar. Volvamos a la física cuántica, si yo critico una nueva teoría
sobre el tema, mi crítica no debería ser tomada muy en serio, es más, ni
siquiera debería ser tomada en cuenta, punto, porque no estoy calificado; para
eso hay físicos y matemáticos y científicos que tienen un entendimiento real
sobre dicha materia. Si Juanito el de las Pitayas que ni metalero es critica al
festival o al cartel o a esta o aquella banda, no debería ser tomado en cuenta.
Si Juanito el de las Pitayas que nunca ha ido a un festival al aire libre, ni
siquiera al Vive Latino o al Corona Capital o Knottfest o al mismo Hell and
Heaven o el que sea, nunca ha salido de la CDMX y en ocasiones nunca ha salido
siquiera de su Delegación tiene una opinión, que la externe, pero no debería
ser tomada en cuenta, y no hablo de los organizadores nada más sino del
público: una opinión sin argumentos pero llena de halagos o insultos fácilmente
se vuelve viral y fácilmente nubla la capacidad de un promotor (y de cualquier
persona) de entender si vale o no la pena ponerle atención. Y esto lo digo por
experiencia, porque hablar de lo que hacen mal los demás siempre es más fácil
que hablar de lo que hace mal uno mismo.
De igual
forma, aprender a distinguir los cumplidos y palabras de aliento de las sobadas
gratuitas de ego es muy complicado. A todos nos gusta que nos digan lo bien
hechos que somos, lo importante que es esto o aquello que hacemos y a niveles
más grandes, ¿a quién no le gustaría escuchar que su trabajo ha cambiado al
mundo, o a un país o a una escena o algún aspecto cultural del entorno en el
que vive o la vida aunque sea de una persona? Ahí es donde los dichos y los
clichés cobran relevancia: “ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo
alumbre”. El dicho es un cliché pero se volvió tal cosa precisamente porque
refleja una verdad que se repite una y otra vez. Caer en las garras del enojo
por la crítica es facilísimo, y caer en las garras de creer que se surfea en la
cresta de la ola y que se es invencible lo es más. El punto medio es el que
cuesta mucho trabajo, y en el caso Hell and Heaven siempre ha habido voces que
se alzan desde ese punto medio. Para escuchar esas voces se debe ser adulto, y
el festival parece haber llegado ya a esa etapa. ¡Enhorabuena entones!
La idea de
este texto es entender el fenómeno Hell and Heaven desde una perspectiva
crítica. Para lograr eso debe quedar claro que la postura de Sangre de Metal
siempre ha sido cautelosa, aunque algunos no lo vean de esa manera. Por
ejemplo, los que sólo recuerdan las críticas vertidas en este espacio y los que
llevan el mismo nombre en Rockconexion y Sónica Tv por ejemplo, olvidan las
tres sesiones en Telehit y la de W Radio en las que se alababa el cartel que se
ofrecía, la llegada a México de un festival al aire libre dedicado al metal y
el arrojo de una empresa que llegaba, aparentemente, con la solidez necesaria
para competir con las grandes empresas. Así mismo, los que lean en este artículo una lamida de botas lo harán porque no conocen nada más allá de este texto.
El niño.
¿Por qué
criticar un festival que intenta poner a México en el primer mundo del circuito
metalero internacional? Palabras más, palabras menos, esa pregunta me la han
hecho cientos de veces. La respuesta es simple, porque afortunadamente he
vivido algunas experiencias que me dan un contexto amplio sobre lo que es y lo
que puede ser un festival exitoso. Los he vivido en México y fuera del país
como público y también los he trabajado desde adentro, desde el Vive Latino
hasta el Monterrey Metal Fest, del Corona Music Fest cuando no se había involucrado
Ocesa hasta el Creamfields, desde el Corona Capital (ya bajo el ala de Ocesa)
hasta el Wacken Open Air. Eso, desde mi perspectiva, me da cierto anclaje para
opinar.
El niño Hell
and Heaven se lanzó al mundo sin medir las consecuencias de sus actos, motivado
más por elementos lúdicos que por elementos calculados: quería presumirle su
juguete a todos sus amigos, compartirlo para que todos se divirtieran, porque
además tenía el juguete que todos querían pero muy pocos tenían. Era más
ingenuo de lo que cabía, y eso al final la salió caro.
El niño
Migraña por su parte estaba feliz de estar cerca del niño con el juguete nuevo
(es justo criticarme a mí mismo, ¿no?). El entusiasmo era similar al del niño
Hell and Heaven y se aventó de cabeza y feliz a la que le dijeron que era una
alberca de espumas, incluso como todo niño tenía a sus amigos a los que quería
tener cerca en este festejo y alguno que otro que toleraba sólo porque no valía
la pena pelear.
El problema
en Texcoco es de todos sabido, y si no, pueden checar mi post más polémico al
respecto, aquí. Ese problema hizo que los niños Hell and Heaven y Migraña
llegaran de golpe a un estado de adolescencia, ese en el que se está en camino
a la madurez pero aún sin distanciarse totalmente de la infancia. Adolescentes
y enfrentados, además.
El
adolescente.
Lleno de
hormonas, el adolescente Hell and Heaven lanzó culpas, indirectas, directas y
golpes a diestra y siniestra. Casi no escuchó a las diversas voces que
cuestionaron su accionar, y cuando lo hizo, fue por encimita. El mundo estaba
en su contra y él no entendía por qué, todo era una conspiración, lo querían
fuera de la jugada y demás actitudes típicas de los impulsos de la
adolescencia. Sin embargo en esa etapa también hay mucho vigor, y en defensa
del joven Hell hay que decir que no tiró la toalla, aceptó alianzas (o lo
obligaron las circunstancias a aceptar o “haiga sido como haiga sido”, Felipe
Calderón dixit) y siguió adelante, aunque con ciertos errores que otros adolescentes,
como el tal Migraña, expusieron (el no tener bocinas hacia la sección General y
que Kiss no pudiera usar la araña son los ejemplos más recordados).
Ahí, dolido
sobre todo porque su banda favorita no pudo lucir como debía, el adolescente
Migraña volvió a denunciar que el festival seguía en camino de crecer y establecerse
como una marca de estándares competitivos en el primer mundo, pero que todavía no
llegaba a ese punto.
Aquí cabe
aclarar que hubo muchísimas voces que estaban en el mimo canal en cuanto a reportar
las incidencias del festival, tanto lo bueno como lo malo. Muchos tendrían una
motivación similar a la mía de presionar para que ciertos detalles mejoraran, y
otros seguramente tendrían su agenda personal y criticaban con mala leche como
hoy lo hacen muchos anti Zepeda Bros por ejemplo. Es decir, algunos criticaban
para rematar con frases celebrando a Zepeda Brothers y su Knottfest de igual
manera que hoy muchos lambiscones del Hell and Heaven alaban a Live Talent y
cierran sus halagos con denuestos contra Zepeda Brothers; el famoso síndrome
del cangrejo, aunque esa es carnita para otra tortilla o información para otro
tipo de texto.
Ese
adolescente Hell and Heaven reapareció con la que hasta hoy es la más reciente
edición del festival, la de 2016, y mostró una marcada mejoría que sin embargo
no terminaba de cuajar; probablemente lo que le faltaba era aprovechar de mejor
manera esas alianzas que ya había establecido, aflojar un poquito en el control
del festival con la idea de que eso lo llevaría a una mejora que lo iba a
beneficiar, mientras tanto, el adolescente Migraña había perdido la perspectiva
de la crítica con sentido y en ocasiones lo hacía desde la entraña.
El adulto.
Hacer
pública, aunque sea entre líneas, la alianza con Ocesa, es el mejor paso que
pudo dar el festival. Sí, eso significará para ellos perder algún porcentaje de
control e independencia pero al mismo tiempo significará que su marca
sobrevivirá y que potencialmente crecerá al nivel de festivales como el Vive y
el Corona, hablando de cuestiones logísticas (baños, accesos, infraestructura,
sonido…).
Ahora bien, en
cuanto a talento (cartel), el festival ha sido adulto desde su primera edición,
aunque entre adultos también hay quienes destacan más que otros. Los gustos de
cada quien serán siempre un estorbo (y me incluyo), pero hay que tener claro
siempre que para que un festival de ese tipo funcione, se necesita vender
boletos. ¿Rammstein vende más boletos que Ozzy? Sin duda. ¿Rob Zombie y Korn
apestan? Para mí sí, pero venden y están dentro del espectro del metal. ¿El
cartel del 2018 es el mejor que han conjurado? Pues una vez más es cuestión de
gustos, pero una cosa es haber tenido carteles adultos y otra es lo que
lograron para 2018, ese cartel no sólo es de primer mundo sino de envidia para
gente de otros países.
El adulto
migraña y sé que muchos de mis contemporáneos siempre soñamos con un cartel así
cuando éramos niños y adolescentes. No sólo es que estén Ozzy y los Scorpions y
Deep Purple y Judas Fucking Priest, porque sólo con eso el cartel sería
histórico, es el conglomerado de leyendas que redondean ese cuarteto lo que lo
hace maravilloso. Además, desde la perspectiva de negocio, está equilibrado en
cuanto a generaciones; hay bandas que empezaron en los 60 (Scorpions y Deep
Purple), en los 70 (Judas Priest y Saxon), en los 80 (Ozzy [como solista
obviamente], Testament, Megadeth, Overkill, Bad Religion, Marilyn Manson, L7, Brujeria),
en los 90 (Refused, Moonspell, Sabaton, Watain. Killswitch Engage) y los 2000 (Gojira, After The Burial, Kadavar,
Hollywood Undead).
Al final del día todo recae en la idea
con la que inició este texto: todos tienen derecho a una opinión. La mía es que
la alianza entre Live Talent y Ocesa (los detalles de porcentaje de
participación y demás son irrelevantes, por lo menos por lo pronto y para mí)
es una apuesta ganadora. Live Talent gana en cuanto a la capacidad de sus
socios para organizar exitosamente festivales masivos y Ocesa gana en cuanto a
la sensibilidad que ofrece su nuevo amigo de lo que es o no un buen cartel
metalero.
En cuanto al apartado de bandas
nacionales, aún falta saber si mantendrán o no (espero que no) el mal llamado
New Blood Stage que más que escenario parecía carpa de vacunación del DIF, y si
lo mantienen, entonces ver que de verdad sea un espacio que merezca el título
de escenario digno. Fuera de eso, es agradable y sorprendente ver que también
ahí el Hell se convirtió en adulto y ahora abre más espacios no sólo para las
bandas comúnmente asociadas a ellos (Tanus, Pressive, Thell Barrio, Los Viejos)
y a Ocesa (Qbo, Ágora, Resorte, S7N) sino que da la bienvenida también a
propuestas más jóvenes (Jet Jaguar, Tulkas) y clásicos de la nueva generación
(Strike Master).
Así, el Hell and Heaven está más cerca
que nunca del primer mundo metalero y sólo falta ver si algunas de las críticas
más recientes, como la falta de más baños y que además estén limpios o la poca
variedad y cantidad en la oferta de alimentos, son atendidas. También habrá que
checar que los extras propios de los boletos más caros (estacionamiento
cercano, baños exclusivos…) de verdad se cumplan.
Ojalá el adulto Hell entienda que no es tan
malo como sus peores críticos dicen, pero que tampoco ha llegado al punto de
ser tan bueno como sus más descarados lambiscones le dicen que es, porque
entonces, va a crecer mucho más.
La soberbia es un mal por el que pasamos
muchos, pero la humildad es el paso siguiente y se llega ahí cuando, sea de la
manera que sea, uno se rompe la madre y acepta la crítica, sin que eso
signifique jamás renunciar a los ideales propios o sucumbir ante los deseos de
los demás.