La gira que
los trajo de regreso a México, esta vez como estelares, con banda invitada
(Thrashsteel) y no como co estelares (con Cannibal Corpse en el Pabellón, el
año pasado) es para promocionar el excelso Brotherhood of the snake, décimo
primer larga duración en la cuenta de discos en estudio de Testament. Tal vez
por esa razón arrancaron el concierto con dos golpes directos a la cabeza
sacados de las entrañas de ese trabajo, “Brotherhood of the snake” y “Rise Up”.
Tuve la
enorme dicha de estar cerca de la banda por algo más de tiempo que el que
normalmente se tiene, incluso cuando se trabaja con el promotor: esta vez fui
“tour manager” para esa fecha así que por fin tuve chance de estar unos minutos
extra alrededor de una banda que si no
está en mi top 5 es meramente porque las que están ahí llegaron a mi vida un
poco antes. Por supuesto está en mi top 10, lo ha estado por muchos años ya; es
más, si alguien ha seguido el blog o los programas de radio sabrán que por
ejemplo, por más que Death Magnetic de Metallica me pareció un buen disco en
2008, estuve totalmente en desacuerdo con toda la prensa oficialista del metal
que colocó ese trabajo como disco del añi, no, para mí esa distinción le
correspondía sin pensarlo a The Formation of Damnation, de Testament.
Así las
cosas, llegaron al Plaza unos 25 minutos antes de las 9, bañados y descansados
pero probablemente con un guiño de ansiedad provocado por alguna mala
experiencia en El salvador, país del que llegaron al medio día de ese mismo
viernes. Pidieron retrasar el inicio 10 minutos para tener tiempo de
aclimatarse y de paso que Alex contestara una entrevista previamente pactada y
que al no poderse hacer en el hotel, se hizo en el backstage. A las 9 con 10
minutos casi todo estaba en perfecto orden, todos ellos ya en un costado el
escenario, pero uno de sus técnicos no lograba dejar en orden el bajo. Pasaron
así otros 10 minutos y empezaron; el detalle del bajo, me confiaría ya después
el “guitar tech” era un botón apretado que debía estar libre, responsabilidad
suya, pero que con menos de 5 horas de sueño en las últimas cuarenta y tantas
se le había ido el avión. Sí, también los foráneos se equivocan, aunque llore
la malinche.
“When I say rise up, you say war. Rise up…War!”
Once discos en 30 años son menos de los
deseados, pero igualmente son ya tres décadas de que saliera a la venta The
Legacy, esas son tres generaciones de metaleros y normalmente, las bandas con
tantos años suelen mantener una sólida base de seguidores que los amaron en los
primeros años, antes de que (cinismo mode on) se vendieran o dejaran de tener
hambre o se conformaran u olvidaran sus orígenes (cinismo mode off). Eso suele
significar que los temas de discos más recientes no siempre tienen impacto
porque esos viejos fans que hacen mayoría en la audiencia, ya no las conocen.
En esa noche, la noche de Testament (Pólvora Rock dixit) las dos rolas de
inicio, de 2016 y 2012 respectivamente fueron no sólo bien recibidas sino
totalmente coreadas. Y a la banda no se le escapan esos detalles, probablemente
como ritual previo, Steve DiGiorgio venía en la camioneta hablando de sus experiencias
en México, de cómo con Sadus la primera vez salieron a la calle a pelear con
los mercantes piratas para luego descubrir que su merca era mucho más creativa
y chida que la oficial. Recordaba el Circo Volador, “un inmueble que igual no
es el mejor como tal pero con un gran ambiente”. Nunca habían tocado en el
Plaza, ninguno de ellos. Y lo más curioso era que hablaba para él solo porque
nadie le contestaba, todos iban con sus teléfonos o audífonos, hasta que uno de
los técnicos se dio cuenta y le contestó. Chuck Billy venía haciendo
trompetillas, algo que no entiendo aún como pero se supone que ayuda a los
cantantes a calentar. Es decir, venían ansiosos, concentrados, listos y supongo
que un poco expectantes. Ya más adelante en el show Billy dijo que “México,
Ciudad de México nunca nos falla”, lo cual ayuda a mi teoría de que
probablemente hoy, 30 años después, aún no pierden ese pequeño nervio y esa
breve incertidumbre de no saber que va a pasar.
Probablemente el primer momento en el
que me quedó bien claro que la noche sería mágica y que arriba del escenario
ellos también lo sentían fue con “More tan metes the eye”, apenas la tercera de
una larga lista de temas para esa ocasión. Todos ellos sonreían cuando la gente
reproducía a muy buen volumen el coro de la canción. Abajo del escenario Chuck
Billy es muy serio, pero ahí arriba en ocasiones sonríe, y a partir de ese
momento, la sonrisa casi nunca se le quitó.
Tres canciones debajo del cinturón y se
antojaba un guiño hacia lo clásico, pero no, siguieron con “The pale King” y
“Centuries of suffering”, otras dos bombas sacada del Brotherhood que,
sorpresivamente, no disminuyeron el nivel de entrega del público. Habrá quien
se queje de que eran muchos temas nuevos (y faltaba uno más) pero no sólo
Brotherhood es el disco más reciente de la banda sino que es un muy buen disco,
en términos generales se entiende y se acepta que quieran tocarlo.
Así, la primera certeza de que Testament
sabe que su pasado es la piedra angular de su gloria llegó con “Electric crown”,
del disco The Ritual. Para ese momento ya me encontraba en el segundo piso del
Plaza y veía como el mosh y circle pit no cesaba. La única variante era que con
ciertas canciones cambiaba su tamaño, pero empezó con las primeras notas de la
noche y no terminó hasta la última nota de la noche, mágico. Siguió otro
manotazo de autoridad con “Into the pit”: “Desde los primeros días de
Testament, en el área de la bahía de San Francisco hay algo que ha sido una
constante toquemos donde toquemos, y de eso habla esta canción. Quiero ver a la
Ciudad de México volverse loca”, y si bien la ciudad entera es un caos, los
cerca de 1500
Cabezas de Sonaja reunidos en la
condechi hicieron que tomaran vida las palabras de la canción en un espectáculo
que probablemente nunca antes había sucedido en tan elegante lugar: “Join the
insanity or die as you fall, into the pit! The mass production and the killing of all, into the pit!”
Testament puede decir orgullosamente que
jamás ha comprometido su sonido, y son muy pocas las bandas que podrían
presumir de algo así, pero eso no significa que no tengan variedad en su
pesadísimo concepto, y la muestra llegó con la semi stoner “Dark roots of
earth”, del disco homónimo.
La última que sonaría en la noche
proveniente del Brotherhood fue “Stronghold”. A falta de una libreta para
apuntar y desconfiando enormemente de mi memoria, aún a pesar de que esto
sucedió día y medio antes de que escribo esto, para este momento ya habíamos
gozado de un solo, o de un espacio para mostrar su habilidad en el instrumento
fuera del contexto de una canción, de Alex Skolnick. Y aclaro porque todas las
canciones están llenas de solos. Para el final de la noche habríamos gozado de
ese, además de solos de Eric Peterson y Steve DiGiorgio.
La primera de dos canciones en cuya
grabación no participó Skolnick llegó con “Low”, una que por poco me obliga a
olvidar mi posición de trabajo en la noche, quería quitarme la liga del pelo y
maltratar el cuello como hace más de 20 años, cuando salió el disco homónimo a
esa rola. Brutal.
Siguieron con “Throne of thorns”, del
Dark Roots y quedaba claro que el soporte del show eran ese disco y el
Brotherhood, los más recientes. Buena decisión a mi entender ya que son temas
que mjuestran la madjurez de la banda sin perder ni un gramo en cuanto a peso y
densidad.
“The Gathering” es uno de los discos más
pesados que ha grabado una banda de thrash, y afortunadamente tuvo se
representación esa noche con “Eyes of wrath”: “Eyes of wrath, the beast is in
your back. Razor blade slice your neck, slowly tear you down.
Takes another life, to feed his bloody lust; random crime spree attack, there’s
no random at all”.
“Sé que la dije antes pero yo sé que en
la Ciudad de México practican lo que predican” (al tiempo que hacía una seña
para circle pit). Si el nivel de intensidad se mantuvo siempre de arriba hacia
muy arriba, con ese anuncio el Plaza Condesa se convirtió en la iglesia thrasher
de los últimos días, el pit se duplicó en tamaño e incluso muchos de los que
ocupaban el primer piso, que casi todo el concierto habían estado cómodamente
sentados se levantaron, sacudieron el cuello, levantaron el puño y se dejaron
llevar por la brutalidad de un clásico que no muere. Además, ahí fue el punto
sin regreso: prácticamente el resto de la noche ya fue sólo un clásico tras
otro.
“Fort he past it’s too late, ‘cause the world can’t control fate,
shadows cast loud and clear, tell the world the new order’s here”. Imposible no
recibir flashazos de aquellos años de preparatoria, escuchaba y recordaba por
ejemplo que mi vinil nacional estaba manchado, parecía como si tuviera polvo
pegado, y aún lo conservo. Y luego “Urotsukidoji”, una belleza instrumental que
sirvió casi como un solo extendido de los cuatro instrumentalistas de la banda,
que por cierto y por si aún no queda claro, estaba totalmente amarradita y
aceitada, sonaba como una orquesta sinfónica de alta alcurnia sólo que tocaba
piezas propias de thrash, una especie muy extrema de música clásica.
Aparte de Demonic, que fue el único de
los 11 larga duración de Testament del que no tocaron nada sólo faltaba
escuchar algo de dos discos. The Legacy y
Souls Of Black.
“Look at the lost souls, they seem so black. Look at the lost souls,
souls of black”. Ya
dije que mi memoria es patética así que no recordar haberla escuchado antes en
vivo es una declaración que puede ser estúpida, pero no importa, esa noche la
tocaron y tanto el público del Plaza como yo la disfrutamos como si no hubiera
mañana, como si no fuera por diversas causas el único disco de Testament que ni
tengo, ni he tenido jamás.
La noche había sido perfecta hasta ese
momento, era como una gran cena buffet en la que comes todo lo que quieres y si acaso algo podría pedirse
Como
extra sería un gran postre, o tal vez un par de ellos. Y Testament estaba listo
para servir un postre doble y cerrar con un brutal brindis: “¿les gustaría algo
de la vieja escuela? ¿Qué tal algo de
The Legacy?”. “Stand in my way and I’ll run you straight through, there’s no
one to stop me now for I’m on the loose, and I’m ready to start, torture and
hell on this town, over the wall!”
Ya
estábamos más allá de la hora y media de show y aún quedaba espacio para dos
clásicos más, “Apocalyptic City” que casi me saca lagrimas de emoción y
“Disciples of the watch”, para cerrar de manera gloriosa una velada que fue
soberbia. Y ya que cada concierto es el concierto del año evitaré el lugar
común, digamos que, eso sí, para quienes disfrutan del thrash versión
norteamericana, esa fue una de las galas más exquisitas de los últimos años. El
sonido impecable, la banda en punto de ebullición el público totalmente entregado, ¿se puede
pedir más?
Desafortunadamente
no tuve tiempo de ver a Thrashsteel, cuando llegué al Plaza ellos tocaban ya su
última canción y además llegué a ver lo de la entrevista, así que ni como, sin
embargo el mero hecho de haber tocado para una audiencia del tamaño de la que
estaba ahí reunida y que, según me cuentan algunas fuentes estuvo bastante
receptiva debió ser una gran experiencia para ellos, y qué bueno.
Así,
la noche de Testament fue, por fin, la muestra de cuánto público pueden
convocar por su cuenta, el excelente momento por el que pasan y que el metal no
ha muerto. Si estos cuarentones y cincuentones pueden ofrecer un concierto de
más de hora y media con ese nivel de energía, ninguna banda de metal que se
crea digna de serlo puede poner pretextos para hacer menos (a menos obvio que
apenas empiecen y no tengan material de calidad para hora y media). Esa noche
fue tal vez una de las mejores muestras de lo que significa “old school”, no
necesariamente se refiere al sonido sino a la actitud. Casi nunca lo hago pero
ese día me valió y lo hice, tuve chance de decirles a Chuck y Alex, por
separado: “gracias por la música”.
Si llegaste hasta aquí, muchas gracias.