El Rock por
naturaleza suele ser rebelde, crítico, subversivo y eso es bueno, pero también por
momentos puede ser divertido sin que eso implique perder validez.
Sobre Gene
Simmons, la persona, se ha dicho y escrito mucho, demasiado tal vez. La gente
habla de él como si en verdad lo conociera y sin tratar de defenderlo, porque
ha demostrado mil veces que es perfectamente capaz de hacerlo, lo primero que
debe importar al hablar de él debe ser su oferta artística sobre el escenario: “los
negocios son una cosa y la música es otra”, escribió acertadamente hace unos días
en un comentario de red social el periodista José Luis Pluma.
La venta de
boletos no fue ni remotamente la esperada, en ese sentido el concierto del 30
de octubre fue un fracaso rotundo. Algunos estaban gastados (fin de semana de
Knottfest, Puebla Metal Fest, Northside Rock Park Meeting, Defenders of The
North, Kreator, Tarja…), otros ni siquiera estaban enterados y muchos no fueron
por una abultada cantidad de prejuicios sobre la ideología política y moral de
Gene. Es decir, muchos Kisseros y rockeros en general se perdieron de un gran
concierto porque Simmons ha mostrado estar de acuerdo en ciertas decisiones de
su presidente, o porque quiso patentar el uso de los cuernitos tipo Spiderman,
o porque no le gusta firmar memorabilia o porque esto y lo otro. Ciertamente vivimos
en una democracia (muy cuestionable en niveles concretos, pero democracia
finalmente) en la que todos tienen derecho a opinar (por lo menos en cuestiones
vacuas como un concierto de rock o la vida de un artista), comprar o no boletos
para un concierto con base en cualquier argumento que deseen y despotricar
contra un artista determinado en lo que por momentos parecía campaña para,
justamente, lograr que la gente no fuera.
Gene tiene el
cuero bastante grueso y no se deja amedrentar por estas nimiedades, finalmente
es el creador de la mitad de uno de los emporios más grandes en la historia del
rock, estableció de manera empírica y después muy estudiada un reglamento no
publicado que siguen todas las bandas del mundo del rock duro -desde los casos
obvios como Maiden y Metallica hasta los más true como las bandas blackers que
venden cervezas con sus nombres- sobre como hacer rentable un producto, aunque
algunos nos tardemos años en asimilar y aceptar que una banda de rock es entre
muchas cosas más, es un producto.
Por eso hay que
dividir los sentimientos personales hacia un artista y los sentimientos hacia
la creación artística de dichos personajes. Una vez que se logra, el de anoche
fue un concierto que cumplió con una premisa básica de Kiss: divertir y
entretener (quiero rocanrolear toda la noche y enfiestarme todo el día).
Dos minutos antes
de las 9 de la noche comenzó la intro de “Radioactive”, aunque sólo fue eso, la
introducción. La descarga rocker comenzó propiamente como han arrancado algunos
conciertos de Kiss en México, con “Deuce”. Contrario a lo que se vio en algunos
videos en los que parecía que Gene estaba aburrido, en el Pepsi Center comenzó
con la actitud correcta sin importar el tamaño de la audiencia (que por cierto
y gracias a los trucos para reducir espacios se veía nutrida, aunque no lo
fuera tanto).
Su presencia era
impecable: vestimenta negra con algún adorno de calavera mexicana en la camisa,
cabello recién pintado, lentes oscuros redondeaban esa ególatra postura física y
gesticular que tanto ha marcado su carrera. Pero es Gene Simmons, y aunque un poco
menos marcado, dos días antes también Paul McCartney, el Sir Británico, se dejó
querer por la gente a manera de porras con su nombre y también él alentó en un
par de ocasiones a la gente para que lo celebraran. Y lo hacen casi todos los
cantantes de bandas de rock exitosas, aunque los fans de esas se enojen y digan
lo contrario.
“Nothing To Lose”.
La historia sobre sexo anal que se hiciera clásica en la voz de Peter Criss
pero que es autoría total de Simmons fue el segundo tema de la noche y le
siguió “Shout it out loud”, co escrita por él, Paul Stanley y Bob Ezrin. Hubo
por ahí algún comentario de alguien que se quejaba ya en ese momento de que
sólo eran temas de Kiss, y bueno, probablemente esta persona esperaba versiones
de los Beatles o Queen, aunque en el escenario el que estuviera parado fuera el
co fundador de Kiss, en fin.
Uno de los riffs
más reconocibles de la discografía Kissera dio pie a la interpretación de la
cuarta canción de la noche. “Parasite” es original de Ace Frehley, pero debido
a que no se sentía cómodo como cantante, esa parte corrió a cargo de Gene.
Curiosamente, cuando Ace vino a México y cantó algunos temas que no son suyos,
muchos Kisseros lo celebraron (y con justa razón porque fue también una gran
noche), pero al tratarse del pesado, ególatra, simio –y todo adjetivo que usted
le quiera agregar al “Demonio” Simmons- algunos lo ven mal. No en el Pepsi, ahí
parecía que un porcentaje casi total del público entendía que la noche era para
celebrar y no para denostar.
“Parasite lady,
Parasite eyes, Parasite lady, no need to cry”
Siguieron las
presentaciones de la banda sobre una base musical tipo ZZ Top para que luego
Gene se tomara un tiempito de jugueteo con el público. Probablemente porque se
trata de un concepto mucho más relajado, dirigido ciertamente al universo
kissero pero concretamente al que se identifica más con él, Gene rompió algunas
barreras que Kiss normalmente no rompe, como subir gente al escenario. La primera
de tres ocasiones sucedió para la interpretación de “Do you love me?”, otra de
Paul Stanley que fue de las más coreadas en la noche. Igual que Ace hace
algunos meses, cuando el trabajo vocal de la versión original no le corresponde
a él, en lugar de usurpar, dejaba que alguno de sus tres guitarristas tomara la
batuta y él se ,limitaba, igual que en los discos, a hacer los coros.
Tres guitarristas. Parece una especie de
epidemia. Probablemente habrá eruditos que defiendan esta decisión pero habemos
otros menos preparados que no lo entendemos. Y aquí cabe la crítica
constructiva sobre el único detalle negativo que se notó de manera permanente
en la noche, el ingeniero de sala parecía no conocer las canciones y varias
veces dejó en segundo y hasta tercer plano algunos solos que son parte
fundamental de las canciones, y más cuando además son clásicos de Kiss. Sí, la
ecualización de la batería por ejemplo era grave y le daba un claro aire al
sonido de Creatures of the Night por ejemplo, pero si bien Gene es culpable de
caer en el vicio de llevar tres guitarras para interpretar canciones que desde
hace cuatro décadas se tocan con dos, su ingeniero (o el que puso el promotor,
sea cual fuere el caso) fue culpable de tapar muchos momentos mágicos.
“I love it loud”, co escrita por Simmons y
Vinnie Vincent fue la que siguió y fue también momento de reconocer que, a
pesar de que sus nombres realmente no dicen gran cosa, los músicos de la Gene
Simmons Band son realmente buenos y se dedicaron a lo que se esperaba de ellos:
reproducir cada tema lo más fielmente posible en relación a las grabaciones
originales, y eso incluía en este caso reproducir sin falla alguna el solo de
Vinnie.
Uno de mis momentos más emotivos llegó con “Let
me go Rock and Roll”, nostalgia pura al ser uno de los primeros 4 temas que
escuché de la banda hace casi 40 años.
Otra reproducción perfecta del tema original y otra pesadilla tratar de
distinguir los solos que el ingeniero parecía decidido a ignorar. Un truco de
hacer una especie de cuchara con la mano sobre las orejas resolvía el problema,
pero lo óptimo sería que el encargado de la ecualización hiciera su trabajo.
Siguió con más del Creatures of the Night, hasta ese momento el disco menos
viejo del cual Gene había escogido temas (1982) y tocó turno a “War Machine”,
co escrita por él, Adam Mitchell y Jim Vallance, un buen recordatorio de que en
ocasiones, el Demonio es capaz también de escribir temas pesados y
contundentes.
La segunda vez que permitió gente externa en
el escenario fue para presentar a un niño pequeñito, probablemente de no más de
seis años, llamado Esteban. Maquillado como Gene, el chavito mostró gran temple
al recibir ovaciones y en lugar de arrugarse, sacar la lengua y levantar ambas
manos para hacer los cuernitos de tres dedos, aunque ya para despedirlo Gene le
dijo “bueno, ya vete”, lo cual provocó algunos coros de “culero”. Al mexicano
le cuesta trabajo entender ciertas cosas del gringo promedio, y ciertamente el
trato interpersonal entre un pueblo y el otro es muy diferente: el mexicano
tiende a ser amable y educado, el gringo es más brusco. Cuestión de idiosincrasia
más que de prepotencia en todo caso.
“¿Quieren escuchar Charisma?”. El rotundo sí
fue como apertura de pista y por fin, luego de varias giras que han tocado
suelo mexicano la gente pudo escuchar el que fuera el primer gran éxito de Kiss
en este país. Y tal como sucede con “I was made…”, en vivo y sin efectos de
estudio ni suena a música disco ni tampoco desmerece en el espectáculo, al contrario,
hizo que todos cantaran.
La aventura musical más cercana a nuestros
días llegó con “Domino”, del disco de 1992, Revenge. Con una mezcla de la
letras del demo original y las que salieron ya en la edición final, el tema
escrito y cantado por Gene abrió paso para una verdadera joya, “Going blind”, un
tema muy bizarro que habla sobre una persona de 93 años que se enamora de una
niña de 16 y que tristemente se convirtió en realidad de cierto modo cuando en
el 2014, Stephen Coronel, el co autor del tema fue sentenciado a seis años de
prisión por explotación sexual de un menor. Como sea, las perversiones de aquél
no empañan en lo más mínimo el hecho de que, ahora sí, el tema se escuchó en
todo su esplendor con ese riff de bajo tan característico que la enmarca.
Otro riff clásico de la kisstoria es el de “Watchin’
you”, otra obra con autoría total de Gene que sirvió como preámbulo para la
despedida. La tercera ocasión en la que subió gente al escenario fue para
despedir la noche con “Rock and Roll All Nite”, sólo que alguna asistente de
apodo “Tiny” (chaparrita o pequeña) se tardó en coordinar la logística de ese
detalle, lo que provocó que Gene, que ya había regañado a la susodicha
públicamente antes, pidiera un coro de “Tiny sucks” y cantara un pedazo de “La
Bamba”. Los tiempos cambian y las afortunadas que estaban en el escenario
perdían el tiempo en tomarse selfies con Gene de fondo en lugar de aprovechar la experiencia y
cantar junto a su ídolo.
Trece canciones que ciertamente son pocas,
pero también se entiende que se trataba de un concierto diferente, un pretexto
para divertirse y escuchar de viva voz de su creador algunas canciones que
Kiss, o no toca, o lo hace de manera muy esporádica.
Simmons anunció desde el escenario que el año
que viene Kiss regresará a México, y si bien se le achacan muchas cosas
negativas, también es de reconocerse que cuando hace algún anuncio de ese tipo
es porque hay verdad detrás del dicho y no es sólo hablar por hablar, así que
la hora restante de música, la que se lleva primordialmente Paul Stanley, las
explosiones, el maquillaje, los trajes, el logo iluminado, el mega diseño
escenográfico y todo lo que implica un concierto de Kiss sucederá en el 2018.
Hoy es un día para sonreír, el de anoche fue un concierto con la única
finalidad de entretener, desempolvar algunos temas oscuros, convivir y
disfrutar. Sí, Kiss se toma muy en serio la parte del negocio y Gene es uno de
los dos patrones que ponen orden ahí, pero ayer demostró que también se sabe
divertir y relajar.
Genio y figura hasta la sepultura, el Demonio
Simmons provocó el descontento de algunos cuántos al recibir desde la audiencia
una playera, la leyó, se secó el sudor con ella, se frotó los genitales con
ella y la regresó a la audiencia. Eso es un gran pedazo de memorabilia
coleccionable, y también fue una de tantas cosas nimias que Gene hace y que a
algunos ofende. Larga vida a Gene, Dios del Trueno.
Si llegaste hasta aquí, muchas gracias.
**Todas las fotos son cortesía de OCESA/Lulú Urdapilleta.
**Todas las fotos son cortesía de OCESA/Lulú Urdapilleta.