Cuando la noche le pertenece a una banda es difícil que los
invitados brillen, ´por más que sean pesos pesados. En la noche de las
calabazas reunidas el estatus de invitados le correspondió a Kreator y Arch
Enemy, lo cual en el papel no era cualquier cosa.
Con puntualidad perfecta, a las 8 de la noche comenzó la
máquina alemana de thrash. En algún momento de la noche pude saludar al
promotor del show y recordé que alguna vez, platicando, me dijo que Mille
Petroza tenía una ética de trabajo interesante y que sabía que al ser el
responsable de la marca Kreator, aunque fuera en su casa, debía trabajar todos
los días para mantenerla vigente. Ya fuera contestar mails, o revisar diseños,
o contratos o lo que fuera, cada día se sienta en su compu y trabaja en la marca.
Cuando no lo hace así es porque está de gira o porque trabaja aspectos
musicales. Bueno, eso es algo que se nota. Kreator es una máquina perfectamente
bien trabajada, precisa y ciertamente brutal.
Independientemente de las opiniones que giran en torno a si
debía o no tocar como banda uno en el cartel de tres, lo ciertos es que tenían
una hora para mostrarse (lo mismo que tuvo Arch Enemy y razón por la cual me
parece irrelevante el orden). Con eso en mente no tardaron nada en poner las
cosas en su lugar y arrancaron con “Phantom Antichrist” y “Hail to the Gods”,
sencillos de sus dos más recientes discos en estudio. Apenas con esos dos temas
ya habían dejado claro que la descripción que hizo de ellos el sitio All About
The Rock no está distante de la realidad: “el thrash metal pudo haber nacido en
el área de la bahía de San Francisco pero fue perfeccionado en Essen”.
Como tercer cañonazo se dejaron ir con “Enemy of God”. Ya
para ese momento quedaba claro que si bien había mucha gente que disfrutaba a
los teutones, no los veían más allá de una buena banda abridora. Excelente
respuesta en general de la audiencia pero muy lejana a los brutales mosh pits
que se han vivido en el Circo Volador por ejemplo. Y no es crítica, es
meramente una observación. Siguieron con “Satan is Real” y “Civilization
Collapse”, lo cual significaba ya que a la mitad de su set sólo habían
recorrido material de sus cuatro discos más recientes.
Los que esperaban más material viejo (mismos que mencionan
en redes que a pesar de lo brutal del show, no estaban totalmente satisfechos
con las canciones escogidas) tuvieron su primer gran guiño con “Phobia”, aunque
lo siguiente fueron “Gods of Violence” y “Hordes of Chaos”, dos temas más bien
recientes. El cierre llegó con “Violent Revolution” y la infaltable “¨Pleasure
to Kill”. Diez temas, 60 minutos y una selección de temas que bien podría
entenderse desde la perspectiva “negocio” que rodea a las bandas: al ser
invitados y no estelares y tener una hora para tocar y no más, la decisión fue
irse por los sencillos de los cinco discos más recientes y acercarse a lo más
viejo sólo con los temas que de plano nunca faltan. De esa manera es más fácil
llegarle al público que no los conoce o que por lo menos no es fan clavado.
Durante buena parte del show se vieron explosiones de vapor que agregaron un
tono clásico a su presentación. Hubo un par de ocasiones en que incluso las
exhalaciones coincidían con el ritmo del riff, lo cual denota una vez más (al
igual que algunas coreografías por ejemplo) que se trata de una banda
trabajada. Excelente presentación.
Una vez más con gran puntualidad, con apenas dos o tres
minutos de retraso empezó Arch Enemy. Honestamente vi poco. Es una banda con
una gran capacidad para el death melódico pero los he visto varias veces y
nunca he terminado de engancharme. Tocaron “The world is yours”, “Ravenous”, “War Eternal”, “My Apocalypse”,
“The Race”, “You will know my name” (que fue la más ovacionada), “The Eagle
Flies Alone”, “First Day in Hell”, “As The Pages Burn”, “We Will Rise” y “Nemesis”.
Sin quitarle ningún mérito a su trayectoria y bajo el
entendido de que para nada le fue indiferente al público, sí pareció que de las
dos invitadas, ésta era la banda menos coherente dentro del cartel. Se ganaron
el corazón y los aplausos de un buen sector del público, sobre todo el más
joven, pero era un sector minoritario.
Alissa White-Glutz, eso sí, cada vez se nota más cómoda como
frontwoman de la banda y sin suponer que poseo dotes de síquico y que leo
mentes, da la impresión de que finalmente ya es ella misma en el escenario y
que ha dejado atrás el estigma de sustituir a Angela Gossow. Ha pasado de ser
una cantante que lucha por encontrar su sitio a ser el personaje central de la
banda y capturar la atención de la gente por su capacidad de engancharlos más
que por su atractivo físico.
Pero la noche no era ni de Kreator ni de Arch Enemy, era de
Helloween.
Yo crecí con Helloween. Y con Maiden y Priest y Metal Church
y Overkill y muchas más, pero las calabazas siempre han sido una de mis bandas
favoritas. Fue por verlos a ellos que fui al Circo Volador por primera vez,
allá en 1998 y ha sido una banda que he seguido desde mediados de los 80,
cuando supe que existía. Los he visto en vivo varias veces, ya me había tocado
verlos con Kai Hansen de invitado en dos o tres rolas pero el concepto Punpkins
United se me había escapado.
Hace muchos conciertos que no se me enchinaba la piel y se
me salían algunas lágrimas y muchos más en que no sucedían ambas cosas. Esa
noche en la Arena Ciudad de México sucedieron ambas cosas, varias veces.
El escenario estaba cubierto por una tela semi transparente
con el logo cruzado a todo lo largo, justo a la mitad. Así, cuando las luces se
apagaron y los músicos salieron uno por uno el rugido de la gente fue
espectacular. Y arrancaron con “Halloween”, nada más. Ver ahí a tres de los
cinco iniciadores de la banda, más el cantante que llegó un poco después pero que
lo hizo para ponerle su mágico timbre de voz a los Keeper of the Seven Keys provocó
mi primer erizamiento de piel. Hansen, Weikath, Grosskopf y Kiske juntos ante
mis ojos por primera vez. Y no se debe olvidar por supuesto a Dani Löble en la
batería, Sascha Gerstner en la guitarra y por supuesto Andi Deris en la voz.
Pero hay tiempo suficiente para hablar de ellos y el concepto Pumpkins United.
De entrada, para alguien que no había atestiguado este concierto antes era
inevitable fijar la vista en los primeros cuatro mencionados y recordar y
volver a vivir la adolescencia y recordar y sentir como fluía la magia que me habían
hecho sentir hace más de 30 años y recordar; y recordar.
Arrancar con Halloween me pareció un movimiento muy acertado.
Dura lo suficiente para que uno como espectador tenga tiempo de asimilar todo
lo que sucede en el escenario, es parte de uno de sus más grandes discos y
manda el mensaje de que la banda va por todas las canicas y que no jugará a la
defensiva. También es un tema que deja bien claro por donde irá el resto de la
noche, con Hansen, Weikath y Gerstner siempre presentes, con un ataque a tres
guitarras en el que se nota en cada momento que son tres. Es decir, además de
los gloriosos solos duales entre Hansen y Weikath, esos que hicieron que
Helloween se desmarcara del resto de las bandas de su generación que tocaban speed
metal, están siempre presentes, la tercera guitarra siempre toca o el riff base
de la canción o alguna melodía que acompañe, pero nunca se queda en silencio.
Luego estaba el juego de versos entre Deris y Kiske. Es tal vez la mejor
solución para no caer en lo obvio que hubiera sido dividir el show en temas era
Kiske y temas era Deris, que cada quien cantara lo suyo y listo. No, aquí los
dos intercambiaban versos y armonizaban, sobre todo en algunas notas altas, en
lo que fue verdaderamente un espectáculo sin precedentes para mí. Porque no es
lo mismo tener una banda que ofrezca dos voces siempre, como Lacuna Coil por
ejemplo, que arreglar la música para que dos cantantes interactúen en lo que
originalmente estaba planeado para una sola voz.
Después de ese arranque se les hubiera perdonado todo, y en
mi caso, así fue. “Dr Stein” nunca ha sido de mis temas favoritos, aunque
parece que a ellos les gusta tocarla. Pero en esta ocasión me encontré
cantando, disfrutando la bobada de letra, sonriendo con las animaciones
proyectadas en la pantalla que tenían de fondo y con el dilema de no saber
hacia donde mirar: ¿debo buscar a Kiske y concentrarme en su voz y recordar
esos años de adolescencia; debo buscar a Hansen y Weikath y ver como interactúan?
Porque al final del día a ese par le falta reconocimiento. Mucho se habla de
otras bandas de aquella época, o de cinco o seis años antes y se deja de lado
lo que esos dos crearon en su momento. Pero Helloween es así, tiene temas como “Dr.
Stein” para alivianar la oscuridad que de repente se yergue sobre el mundo, y
está bien.
Las primeras lágrimas llegaron con “March of time”. Mi tema
favorito de Helloween y el contraste perfecto: mientras uno de los versos dice “la
vida es muy corta para llorar, pero suficientemente larga para intentar”, para
mí la noche parecía muy corta así que llorar no parecía nada malo. Y
probablemente Kiske no sea ya el enorme cantante que era, pero tampoco es que
esté tirado al suelo para que se le pase por encima. Uno crece con ciertas
bandas, con ciertas canciones y les guarda enorme cariño, así como las conoció.
Es mi caso. Por una parte, me encantaba ver que Kiske y Deris intercambiaran
versos, porque Deris ha hecho un trabajo soberbio desde hace casi un cuarto de
siglo, pero escuchar a Kiske cantar ese tema era casi como sentir el calor de
la caricia de un ser amado que no veías hace tiempo. “Hours of lust, hours of tears passing by
before my eyes. Today, tomorrow, yesterday... One life”. Creces
y ciertos conceptos cambian, pero también creces y aquellas canciones que
marcaron tu vida, aquellas letras que significaron algo entonces significan
algo diferente hoy, pero significan, se vuelven parte de ti, de tu construcción
como ser humano. “No more
wasted years, no more wasted tears, life's too short to cry, long enough
to try. Time marches” El secreto está en no abandonar a quien eras
por quien quiera que seas, y si lo logras, esas canciones del ayer nunca dejan
de ser importantes. Y en este caso la tocaban cuatro de los 5 originales.
Increíble.
Pero Helloween tiene 34 años de historia y en ella han
participado varios músicos. Y es una banda vigente, que aún saca discos, que
busca llegar a nuevas audiencias y que mantiene un espíritu de amabilidad en
sus letras, aunque conlleven crítica, como en “Are you metal?”. Y ahí Deris
tuvo su oportunidad de recibir el aplauso que tiene bien merecido. Además es un
gran frontman. Carismático desde siempre y con una voz que a muchos fans de la
banda les convence más que incluso la de Kiske, tiene a su favor además un
dominio excelso del español.
Si Detis y Kiske van a compartir versos en las rolas de los Keepers
y el Walls of Jericho, ¿por qué no hacerlo en las demás? “Perfect Gentleman” es
un tema que la banda ha tocado más de 100 veces desde 1994 así que no podía
faltar en esa noche cargada de magia que, por cierto, también en su turno
arrancó casi perfecto en cuanto a horarios, pues estaba anunciado a las 11 de
la noche y empezó tres minutos después.
Pero Kai Hansen es el creador de varios de los grandes temas
de la banda, y además era el cantante, al igual que lo fue por muchos años en
Gamma Ray. Como guitarrista y compositor no ha perdido el toque y eso lo
demuestran los once discos que ha hecho con Gamma Ray, en los cuales ha escrito
o coescrito el 90% de los temas. ¿Cómo cantante? Bueno, la dificultad de tocar
lo que Helloween componía y cantar al mismo tiempo lo llevó a dejar esa
ocupación para que llegara Kiske, pero eso no quita que con su voz se grabaron
algunas piezas clásicas y entrañables para los fans de las calabazas metaleras,
así que también él tuvo su momento propio en el que interpretó una especie de popurrí
con fragmentos largos de “Starlight”, “Ride the Sky” (que me volvió a erizar la
piel y a sacar lágrimas que impedían cantar) y “Judas”. Si el show hubiera
concluido ahí no hubiera habido queja alguna. Para ese momento ya había pasado
de todo un poco en cuanto a la banda y su legado se refiere, pero apenas iba la
mitad.
También es importante vivir estas experiencias con alguna o
algunas personas que signifiquen algo en tu vida, y en mi caso así fue. Es el
tipo de concierto en el que casi no quitas la mirada del escenario y no pierdes
la concentración, pero voltear de repente y ver recordar que te acompaña alguien
importante para ti hace que todo sea aún más disfrutable, y si esa persona
también está enganchada con el show, más.
“Heavy
metal (is the law)”. Esa misma semana tuve una junta en Hell Radio y
aunque nada tiene que ver con el concierto, uno de los puntos que discutimos es
que, si no eres metalero, no sabrás comunicarte con los metaleros: “White heat.
Red hot. Mayhem.
If you don't feel it you won't understand”. Y luego claro,
Helloween tiene alguna que otra balada excelsa. En el 2003 y 2011 por ejemplo
tocaron “Forever and one (Neverland”, en 2006 el otro del concierto fue “Light
the Universe”, pero en 2008, 2017 y en esta ocasión la elegida fue “A Tale That
Wasn´t Right”, otro enorme momento para disfrutar de la voz original que
cantaba la canción y la de quien llevó a la banda en los años posteriores.
Finalmente y después de todo, el concepto se llama Pumpkins United por una
razón y, como lo comenté antes, la idea de que todos participen prácticamente
en todo el concierto, sin quitar nada, es lo que lo hace tan especial. Por eso
crearon “Pumpkins United, la canción, que fue la que sonó después de la
gloriosa balada del Keeper 1. Esa fue la única parte del concierto (bueno, esa
y los encores) en que la gente bajó un poco la intensidad de su respuesta. La
canción no es mala pero tampoco es lo mejor que pueden dar, sin embargo se
entiende que la toquen y se agradece que se tomaran la molestia de crear algo
nuevo ya dentro de este concepto. Luego vino el solo de batería y el tributo al
caído Ingo Schwichtenberg. En la pantalla de fondo se proyectaban imágenes de
Ingo mientras Löble tocaba réplicas del solo original que tocaba Ingo. Esa fue
otra de las partes un poco bizarras en cuanto al público ya que antes de tocar
el tributo a Ingo, Löble comenzó con un solo propio. Lo bizarro era que tocaba
algún patrón, levantaba las baquetas en señal inequívoca de que lo tocaba al
público gritar el clásico “hey”, pero nunca sucedió. Fueron tres o cuatro
intentos hasta que le quedó claro que no sucedería. Nunca supe si fue que la
gente no quería un solo de batería o simplemente la mayoría no tenía el
concepto de que detener el patrón en los tambores y levantar las baquetas era
una señal.
En fin, concluido el solo, lo siguiente fue tocar parte de “Livin’
ain’t no crime”, un bonus track del Keeper 2 para dar pie a “A Little Time”,
otra que hizo que los cerca de diez mil congregados en la arena gritaran como
si fuesen el doble.
Llegó el momento de revisitar el conceptual The Time of the
Oath y para hacerlo escogieron uno de los tres sencillos que salieron de
aquella placa, “Power”. Después vino otra larga y clásica, “How Many Tears”,
misma que Deris describió como la primera que había escuchado de Helloween “cuando
apenas era un niño” y otra más que ha acompañado las presentaciones de la banda
en la mayor parte de su carrera ya que ha sido tocada en vivo más de 300 veces.
Ya para entonces se presentía que el final estaba cerca pero faltaban varios
clásicos así que no quedaba más que esperar a ver con que cañonazo seguiría la
noche. Eso al menos en la mente de algunos que, como yo, preferimos no
investigar que tocó la banda en sus fechas previas porque eso rompe la magia y
la sorpresa, y eso es parte del problema mencionado de los encores. Si bien se
sabe que cuando la banda se despide lo más probable es que regrese por más,
también es común que la gente invite a la banda a que regrese ya sea con
chiflidos, aplausos, ruido o cánticos. En este caso no hubo nada de eso. Sí, había
algo de ruido; sí, hubo algunos esbozos de cántico (y eso que lo más obvio era
cantar el clásico happy happy helloween) pero nunca llegó a ser un encore
clásico y mucho menos uno que correspondiera con el pedazo de concierto que se
había vivido hasta el momento. No es la primera vez que me toca vivir ese tipo
de situación y me parece muy triste. Aún cuando se sabe que la banda va a regresar,
´parte de la magia es pretender que pudiera no ser así y entonces hacer ruido.
Como sea, la banda regresó para regalar “Eagle Fly Free” y
dejar que el público cantara parte del coro. Y a juzgar por como se escuchaba,
no era una audiencia cansada, en todo caso sería una audiencia un poco cínica
que simplemente no tenía ganas de entrarle al juego del encore. Ya habían
pasado dos horas de concierto pero mi piel no parecía perder el ánimo y se
volvió a enchinar. ¡Carajo, cuatro quintas partes de quienes escribieron y
grabaron esa canción estaban frente a mi por primera vez! No era para menos.
Inmediatamente después de Eagle comenzó “Keeper of the Seven Keys”. Finalmente
sólo fue una parte, un esbozo, un guiño que por lo menos a mi dejó casi como si
hubiera vivido un coitus interruptus, pero que fue salvado por la manera de
presentar a la banda por parte de Kai Hansen. A cada uno lo presentó de manera
simpática y luego dejó un espacio para que Sascha estuviera sólo frente a la
audiencia. Su trabajo durante todo el concierto fue excepcional porque fue
gracias a él que se sintió el poder de las tres guitarras. Él puso la cama
musical en cada ocasión que Weikath y Hansen tocaron solos gemelos y tocó los suyos
también mientras los otros dos tocaban al unísono algún riff. Ese fue uno de
los detalles que más emoción me causaron, el ver que de verdad han trabajado el
show, lo han arreglado para que cada pieza cumpla una función importante, para
que nadie sobre o deba salir de escena porque no tiene cabida o para que nadie
deba buscar como entretenerse mientras los demás tocan porque no sabe que más
hacer. Sascha fue una presencia vital porque, alejado del reflector permitió
que sus dos compañeros se bañaran de luz.
El final definitivo llegó con “Future World”, en la cual
soltaron enormes pelotas naranjas con motivos tipo calabaza y por supuesto “I Want
Out”, la cual concluyó con una enorme explosión de papelitos blancos en forma
de flor que bañaron la pista de la Arena.
Esa fue una de las mejores noches de mi vida como asistente
a conciertos. Si bien Kiss es en mi vida tan importante que ni siquiera lo tomo
como parte de mi top 5, Helloween es parte de ese top y aunque jamás me he
sentido decepcionado por alguno de sus conciertos, el de anoche simplemente no
tiene comparación. Fue una de las noches más emotivas que he vivido, uno de los
conciertos que más he disfrutado en 32 años de asistir a ellos y uno que me
hizo sentir de 16-17 a mis 47. Un concierto prácticamente perfecto en el que el
único pero sería la estúpida necedad y valemadrismo de esos que fuman en donde
está prohibido hacerlo.
Si llegaste hasta acá, en verdad te agradezco porque sé que
está largo. Espero haber logrado que sintieras algo de la emoción que sentí yo.
Migraña en chamaco puberto mode on.
**Todas las fotos son de Germán García