Nunca
te rindas. Según Biff Byford, ese ha sido el lema eterno de Saxon. Y la letra
dice “nunca te rindas, incluso cuando estés solo contra el mundo, nunca te
rindas, levántate y enfréntalos a todos”. Después de haberlos visto en vivo por
lo menos media docena de veces, sabía que su nueva visita al Plaza Condesa
tendría un elemento garantizado: mis expectativas no serían decepcionadas, si
acaso, serían superadas. Y así fue.
Saxon
es una de esas bandas que sigue sacando discos, que entiende el modelo del
negocio de la música desde la perspectiva de la industria en Europa, y no la de
Estados Unidos. Es decir, es una banda que entiende que el mundo ha cambiado,
que ya no se venden las mismas cantidades de discos que se vendían antes pero,
aun así, el “deber” de una banda es mantenerse activa, seguir en la brega.
Muchas bandas gringas con buena cantidad de años en la escena ya abandonaron el
concepto de sacar discos porque el mercado en su país está casi roto, pero esa
es meramente su realidad y no tendría por que ser la de todos. Bueno, Saxon
ciertamente no lo ve así y por eso arrancó la noche con “Thunderbolt”, sencillo
de su más reciente larga duración, homónimo, vigésimo segundo en su cuenta en
un lapso de 40 años.
Pero
no sólo se trata de sacar discos y ya, se trata de hacerlo con un sentido de
pertenencia y vigencia, y ese inicio fue de lo más pesado en la noche. Saxon no
le ha bajado a la intensidad de su música, y tanto “Thunderbolt” como “Sacrifice”,
que fue la segunda rola que tocaron, así lo demostraron. Además, ese inicio
hacía suponer que no le temen a mostrar sus canciones más recientes, y a juzgar
por un trío de pequeños gremlins (en tamaño y en edad) que estaban frente a mi
y brincaban y mateaban y gritaban y hacían mosh entre ellos y bailaban, pero
sólo cuando sonaban temas del nuevo milenio.
Pero
Saxon estaba ahí, 40 años más tarde, porque construyó su nombre con lo que hoy
miles consideramos grandes clásicos del género, así que para calmar las ansias
de quienes podrían pensar por el inicio que sería un concierto cargado de rolas
nuevas, Biff tomó el micrófono y dijo, palabras más, palabras menos: “ahora
tocaremos 3 canciones de la New Wave Of British Heavy Metal”, y entonces sí, el
Plaza Condesa se cimbró. “Wheels of Steel”, Strong Arm of the Law” y “Denim and
Leather” una tras otra. Y es en ese momento que te queda claro, si es que antes
dudabas o no lo habías pensado, que Saxon es mucho más que una buena banda.
Casi de la misma edad que Maiden y un poco más joven que Judas, esta es una
banda histórica. Legendaria, primigenia e invaluable. No importa si no vende en
los niveles que las recién mencionadas, ellos estuvieron ahí, en la creación de
ese movimiento. Fueron uno de esos cimientos que no se ven pero que sostienen una
casa. Es decir, Maiden y Def Leppard por ejemplo son mucho más visibles, son como
la fachada de la casa, lo que la mayoría de los ojos ven. Y hay otras que son
como los muebles y la pintura, necesitas acercarte más para verlos, como Pagan
Altar o Girlschool o Tygers of Pan Tang, pero todos ellos necesitan cimientos, y
Saxon es cimiento. Porque, honestamente, aunque Maiden tenga clásicos adorados
por millones, nadie los canta con la mente puesta en la NWOBHM, y Leppard,
bueno, de sus días en la NW no tocan nada hoy en día, hoy se preocupan más por
ser incluidos en el Salón de la Fama del Rock and Roll que por entender sus
raíces sonoras. Pero Saxon es distinto y esas tres canciones son himnos y no
han dejado de serlo cuatro décadas después.
“¿Dónde
estabas en el 79 cuando la presa se empezó a romper? ¿Nos ibas a ver a los
conciertos del barrio, usabas mezclilla, tal vez cuero? ¿Corrías para estar
mero en frente, eras de los que iban por su boleto a pesar de la nieve y el hielo?
Mezclilla y cuero, eso nos juntó a todos, fueron ustedes quienes liberaron el
espíritu. ¿Leías el diario de música de principio a fin y te enterabas así
donde ver a tu banda favorita? ¿Escuchabas la radio cada viernes en la noche?
¿Te gustaba pasar el rato en la tienda de discos local?”. Sí, es nostalgia pero
también es historia porque así era, es una descripción de lo inocente que era
el mundo cuando no había internet y tenías que investigar, hablar con otros y
enterarte así de lo que había.
Pero
quedamos que los británicos estaban decididos a mostrarse relevantes para los
llamados chavorrucos, así como para los más jóvenes. Los gremlins frente a mí
necesitaban más pretextos para sacar en gotas de sudor toda su testoterona, y
Saxon estaba ahí para satisfacerlos, así que tocaron “Battering Ram”. Era
apenas la sexta canción de la noche y ya habían tocado el sencillo de tres
discos recientes, todos homónimos (Thunderbilt, 2018; Sacrifice, 2013 y
Battering Ram, 2015). Y vaya que son rolas de metal por todo lo alto y con
todas las de la ley, nada de cantar sobre sexo en el asiento trasero del auto
acompañado por acordes suaves como hacen decenas de bandas de heavy de la actualidad,
no, con el paso del tiempo, Saxon sólo ha endurecido su música, alabado sea
Satán.
Siguieron
con esa mezcla de tiempos: nos llevaron a 1980 con “Frozen Rainbow” y “Backs to
the Wall” y luego brincaron hasta 2018 con su homenaje a Motorhead, “They
Played Rock and Roll”. “Por allá de 1980 tuvimos nuestra primera gira en forma,
y la hicimos junto con una banda llamada Motorhead, Lemmy, Phil y Eddie”.
El
primer disco que tuve de Saxon fue “Power and the Glory”. Me lo vendió un amigo
que tenía ese y el “Crusader”, este último casi nuevo así que calculo que
hablamos por ahí de 1984-85. El Crusader no me llamó la atención porque la
portada era sobre tema religioso, pero le comré el Power, lo puse y entendí, de
golpe, lo que significaba el término Haevy Metal. Ese riff, el de la canción
que da título al disco es para mí “el” riff. Y justo con esa siguieron, y si ya
estaba extasiado, ahí perdí la compostura de forma total. Supongo que no para
todos es el gran clásico, pero para mí sí. Maravilloso momento. Claro, Biff ya
no canta como en el 83, hoy tiene 68 años y OBVIAMENTE no tiene la misma voz,
pero no importaba. Algunas notas altas las cambió por un tono medio y usaba
algunos efectos en la voz pero aún así, la rendición a mi rola favorita fue
maravillosa.
El
segundo larga duración que compré de ellos fue el “Strong Armo f the Law”, así
que cuando arrancaron con “Hungry Years” me dio un ataque de nostalgia, no la
esperaba, y por ende, la disfruté aún más. Una vez más se brincaron del 80 a
tiempos más recientes, 1995 concretamente, con otro sencillo que dio nombre a
su disco de ese año, “Dogs of War”. El balance era perfecto, si bien dejaron
fuera muchos discos, el recorrido era por épocas y era una montaña rusa de
emociones. Siguieron con otro gran clásico, el “747 (Strangers in the Night)” y
su tétrica historia sobre dos vuelos forzados a aterrizar en Nueva York sin
luces en tierra por un gran apagón.
Siguieron
“Ride Like the Wind” y “Lionheart”. Esta última fue otro golpe de nostalgia. Mi
primera vez en Wacken fue en 2004, y ese año, Saxon presentó ese disco.
Hicieron una mini escucha de disco (pusieron cuatro rolas) y luego ofrecieron
una muy concurrida conferencia de prensa. Así, lo ñprimero que escuché de aquél
disco fue justamente “Lionheart”, y me encantó, así que escucharla en vivo
nuevamente era un gran placer. Hasta las chelas, que normalmente por no estar
bien frías no saben del todo bien el Plaza, sabían a gloria.
“The
Eagle has landed” habla sobre el viaje a la luna de los gringos, poner la
bandera en suelo lunar y dar ese famoso gran paso para la humanidad, pero en
los 80 tuve un libro que se llamaba (creo) “Satanismo en el Rock”. Lo escribió
un sacerdote. Una verdadera suma de pendejadas y patrañas, terminó en la
basura. Pero si recuerdo bien, porque ya tenía el Power and the Glory, que el
curita ese decía que Saxon era una banda satánica porque en esa canción
hablaban de vida extraterrestre (eso decía) y que eso era sinónimo de
satanismo. Rolota con anécdota bizarra.
El
resto de la noche, por cierto, ya sería de puros temas de los 80. Supongo que
la mayoría lo habrán agradecido porque, si bien la intensidad de la respuesta
del público realmente jamás bajó de intensidad, sí aumentaba con los viejos
clásicos, y las últimas seis entregas fueron golpe de martillo tras golpe de
martillo: “To Hell and Back Again”, “Dallas 1PM” y “Crusader” (la que a mi
personalmente menos me gusta” dieron el cerrojazo. Llevábamos hora y tres
cuartos de metal clásico, y queríamos más, así que bajo el clásico oe oe oe
Saxon, la banda regresó para que Biff anunciara que tocarían “no una, no dos
sino tres canciones más”. ¿Cuáles serían? “Heavy Metal Thunder” (esa la
esperaba), “Never Surrender” (la gran sorpresa de la noche para mi gusto) y
claro, “Princess of the Night”. Con un cierre así, al borde las lágrimas, las
palabras sobran así que no diré más.
Gracias
Saxon y gracias Eyescream porque se necesita de alguien que confíe para que
todo esto suceda.
Por
si todo esa fuera poco, inmejorable compañía, muchísimos amigos y conocidos,
estacionamiento sin problema… el único gran pero en todo caso sería que nadie
vendía tazas, ¡maldita sea!
Migraña
en Never Surrender mode on.
Todas las fotos son de Rogelio Matamoros, excepto la de Nigel Glockner (baterista) y la panorámica del público, esas dos son de Selene Tolentino. Todas son usadas con el permiso respectivo.
4 comentarios:
Muy buen show, público de todas las generaciones y música excepcional.
saxon las 3 veces que los eh visto nunca decepcionan
Otra estupenda reseña..así lo viví más,menos, Gracias...Gran noche!
yeahhh gran reseña master lml lml
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