Un círculo en medio de la pista del Estadio GNP (antes Foro Sol) rodeado por ocho columnas que culminan en el mismo número de pantallas de 360 grados y el mismo número de líneas de bocinas hacen que el escenario de Metallica en la gira M72 sea inusual, espectacular y lleno de alternativas para el público. El GNP es un estadio en forma de herradura con dos brazos semicirculares. Normalmente, al fondo de los brazos de la tribuna se montan los escenarios. En esta ocasión, dado que el escenario es redondo, ese espacio abierto al fondo cerró la pinza con la colocación de una grada desmontable. Así, la tribuna en el concierto parecía la de un estadio tradicional, con cuatro lados. En la pista había dos espacios, dentro del círculo, el llamado snake pit y fuera y alrededor del mismo. El cuarteto californiano suele tener diversas ideas para mejorar la experiencia de los fans, y esta gira no ha sido la excepción.
La otra parte muy diferente en esta gira
era que está planteada como un dos en uno. La banda tocaría un fin de semana de
dos fechas en cada ciudad, normalmente viernes y domingo. Había entonces
boletos tipo paquete para que los fans vivieran la experiencia completa, y para
que valiera la pena comprar el par de entradas la oferta era interesante: la
banda tocará dos sets totalmente distintos por noche y como extra, las bandas
abridoras tampoco se repetirían. Y cumplieron. También hay oportunidad de
comprar boletos para una sola fecha.
México, el bastión más importante para Metallica desde hace cuatro décadas es el único país donde la experiencia se realizará en dos fines de semana distintos. 20 y 22 de septiembre y 27 y 29 del mismo mes.
En Sangre de Metal fuimos a la primera fecha. Por cuestiones fuera de control no llegamos a ver a Mammoth WVH, la primera banda abridora. Vimos, eso sí, a Greta Van Fleet, pero honestamente, no hay mucho que reportar. Tiene sus fans, les fue más o menos bien pero tal vez el público de Metallica no es el que mejor los recibirá a lo largo de su carrera.
Pasaditas las nueve de la noche, las luces
del GNP se apagaron, en las bocinas comenzó “It’s a long way to the top (if
you wanna rock and roll)” como para calentar motores y luego aparecieron en
pantallas las clásicas imágenes de la cinta El bueno, el malo y el feo,
coloreadas de forma sonora con el tema “The ecstasy of gold”, el inicio
propiamente de cada concierto del cuarteto. Después vino el descontrol.
“Creeping death” abrió la noche,
recordatorio de que la banda ha creado música de impacto desde sus orígenes. El
público estaba realmente entregado y se notaba desde que James Hetfield
invitaba a levantar el puño y gritar “die, die, die” sobre uno de los riffs a
media canción. Comenzaba pesada la noche y la pregunta que tardó poco en
contestarse era si seguirían por esa línea. “Harvester of sorrow” disipó
las dudas. El riff lento, pesadísimo, sonaba por las bocinas con total claridad
y caía como martillo sobre yunque. Para eso son las pruebas de sonido, para que
llegado el concierto el ingeniero no tenga que hacer ajustes mayores sobre la
marcha que suelen ensuciar varios conciertos. Es decir, desde el primer momento
distinguías sin problemas las dos guitarras, el bajo, todas las piezas de la
batería y la voz. Fuerte, contundente, claro. Nítido.
La incógnita era que, si iban a tocar dos
sets distintos en dos días, parecía necesario que rascaran en el baúl de los
recuerdos y sacaran algunas rolas poco comunes en sus conciertos, y el primer
golpe de autoridad en ese sentido llegó apenas en la tercera canción con “Leper
Messiah”. Esta fue apenas la segunda vez que la tocaron en México, la
primera fue en 2012 así que dada la demográfica de la audiencia en este 2024,
con muchos niños y pre adolescentes, es seguro afirmar que para varios miles de
personas fue efectivamente la primera vez que les tocó escucharla.
También es cierto que Metallica, a pesar de sus cuatro décadas de vida apenas tiene once discos, así que era de esperarse que tocaran algo de Load y/o Re Load por ejemplo. Además, esos discos fueron el parteaguas para que los conociera una nueva generación (en ese tiempo, 1996-97), así que no lo dudaron y en el cuarto puesto de la lista de temas apareció “King nothing”, del primero. Hay miles de textos sobre Metallica, sus resbalones o cambios de dirección, según la óptica de quien lo escriba pero la mejor manera de entender por qué esos dos discos son importantes ara miles y miles de personas es justo en vivo. “Leper messiah” fue una joya, un regalo para la vieja escuela y tuvo buena respuesta, pero con una audiencia mixta en edad, se notó claramente que la banda le pertenece no a una, sino a varias generaciones. Y por ello “King nothing” fue ampliamente vitoreada.
Y claro, tienen disco reciente, el que
nombra la gira y el que la provee de la estética con base en el color amarillo.
Llegó entonces “72 seasons”, el cuarto sencillo del disco del mismo
nombre, un tema ágil, pesado, melódico que no desentonó en lo más mínimo con la
noche. Y para no perder el vuelo siguió “If darkness had a son”, tercero
de los sencillos que ha lanzado la banda en torno a ese último disco. Igual que
antes, a pesar de que es muy evidente que cierta parte del público no las
conoce, quedó evidencia de que la generación más reciente sí, por lo que el
ánimo no decae.
Luego de ese primer bloque de metal bien
trabajado vino un momento que ellos llaman “Kirk and Rob doodle”. La
palabra doodle se traduce literalmente como garabato pero significa también
salir de la concentración y hacer algo que distraiga. En el caso de Metallica
se ha vuelto un momento de relajación en el que James, y sobre todo Lars Ulrich
se toman un descanso. En cada ciudad tocan algo típico del país en cuestión y
en México la primera noche tocaron “La Chona”, de los Tucanes de
Tijuana. Anécdota nada más, aunque haya quienes lo hayan hecho la nota
principal.
Con el regreso de James y Lars, regresó la
metralla. Por cierto Lars tenía cuatro baterías bajo el escenario que en
diversos momentos del show se elevan desde el sótano y permiten que el público
de distintas zonas sienta un poco más cerca a la banda. El siguiente golpe de
autoridad llegó con “The day that never comes”, otra que solo habían
tocado cuatro veces en México, las tres noches del 2008 y una vez en 2017. La
han tocado en total 201 veces, que parecen muchas, pero es una idea que se
diluye si contamos que por ejemplo, con las más de mil 750 de “Master of
Puppets” o mil 600 de “Creeping death”.
La tercera y última de la noche salida del
72 Seasons fue “Shadows follow”, una que Hetfield presentó
como “esta es el tipo de canción que le agarras la onda o de plano”.
Adicciones, miedos, ansias, habla sobre no poder huir de las sombras de quien
uno mismo es y ha sido. Después vino “Orion”, una pieza instrumental
escrita por el fallecido Cliff Burton, a quien James le dedicó el tema
con un gesto al final de besar las manos y levantarlas al cielo tras decir
“esta va para Cliff Burton”. Pero ahí no para la cosa, esta es otra que
solo habían tocado una vez en México, en 2012, en el Palacio de los Deportes.
Hasta ese momento, el gran ausente era el
disco homónimo, el comúnmente referido como “álbum negro”, uno de los más
vendidos de la historia de la música y por ende, uno de los más conocidos. Su
presencia llegó en formato uno-dos con el mayor contraste de la noche: primer “Nothing
else matters” que sí, fue de las más coreadas, y luego el asalto brutal de
“Sad but true” que en el disco no suena ni remotamente tan pesada como
en realidad es. Hetfield incluso la presentó con una frase que ha usado antes
en nuestro país: “A México le gusta que el rock sea pesado ¿cierto?”, para
dejarse ir con el riff de entrada. Momento glorioso, uno más esa noche.
¿Cómo mantienes a flote el concepto pesado
tras “Sad but true”?, con “Fight fire with fire” del glorioso Ride
the lightning. La habían tocado en nuestro país en 1999 2009, 2012 y
2017, pero parecía la primera vez. Brutal, con varios mosh pits repartidos por
toda la pista del GNP y como siempre, algunos brutales, otros no tanto, pero
todos, eso sí, con mucho ánimo fiestero.
Hasta ese momento no habíamos visto fuego
ni explosiones, que era algo que podía esperarse, y el momento llegó con “Fuel”,
himno de la generación que conoció a la banda en los 90, y una de las más
coreadas y celebradas de la noche. Decenas de flamas acompañaron los cuatro
minutos y medio que dura. Faltaban pocas cosas, si acaso faltaba algo, y la
nostalgia podía ser una de ellas. Hasta ese momento, las ocho columnas tipo
cerillo que culminaban en pantallas de 360 grados habían cumplido cabalmente la
misión de apoyar visualmente el espectáculo, pero cuando comenzaron las
primeras notas de “Seek and destroy” le regalaron a los fans más
veteranos un momento inolvidable al proyectar fotos de los boletos de las
primeras giras de la banda en México. Eran aquellos boletos chiquitos, de borde
azul, fondo blanco y letras negras en los que aparecía el nombre de la banda o
del inmueble entre asteriscos, un guiño a este país que los ha cobijado
constantemente desde 1993. Y la rola, por supuesto, una locura total.
El cierre llegó con “Master of Puppets”,
tal vez la única de sus canciones que ha tenido dos impulsos brutales en ventas
en décadas distintas, primero en los 80 cuando recién la crearon, y después en
los dos mil veinte gracias a su exposición en la serie televisiva Stranger
things.
15 temas originales y un cover. Otros años
tocaban más, pero no tenían el concepto de que con un mismo boleto podías
verlos dos fechas con la garantía de que escucharías 100% sets distintos. Y
quienes compraron boletos en ese formato, ese primer fin de semana tuvieron
acceso a 30 canciones distintas, lo cual es una locura inédita. Esa noche
estuvieron representados nueve de los 11 discos de estudio que tiene la banda
así que no queda más que agradecerles el esfuerzo, la dedicación y la música.
Al final, además de decenas de plumillas, regalaron un espectáculo de
pirotecnia que no hizo más que alargar la sonrisa en el rostro de más de 50 mil
personas.
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