Iron Maiden
Por Luis Jasso
#SangredeMetal
Algo me dice que esta reseña, al igual que
el concierto de Maiden, irá de menos a más. Y es que al hacerla entran en juego
varias situaciones. La primera y más obvia es el concierto en sí mismo, pero otras
variables son lo vivido en Candelabrum, sobre todo desde la perspectiva de ser
uno de los primeros shows grandes que me tocó vivir post pandemia. Otros son un
par de frases que me dijo Athenar, de Midnight, en entrevista: “el metal no
debe ser música de adultos” y su descripción de los zombies de Iron Maiden -y
también de Kiss, yo me llevé igual mi raspón, jaja.
Otra cosa importante es que esta y cualquier reseña está escrita desde mi perspectiva personal, y por esa razón siempre será subjetiva. No existen las reseñas objetivas, todas van salpicadas de subjetividad, y esta por supuesto no será le excepción. Además, también influyen el estado de ánimo, el lugar que ocupabas en el concierto y varias variables más. Y una vez más, al ser un blog y no un espacio formalmente periodístico, me daré la libertad de escribir en primera persona.
Y con todo eso en mente, lo primero que quiero escribir es ¡bendito sea el pasado de Iron Maiden!
Si tomamos en cuenta “Doctor Doctor” como
parte formal de un concierto de Maiden, entonces fue un show casi perfecto en
cuanto a puntualidad. La rolota de UFO comenzó a sonar a las 9:05 de la noche y
la banda estaba anunciada a las 9. Bien ahí. Pero justo es la parte menos del
show. Esa canción, más allá de la canción misma representa el momento en que
empieza a fluir la adrenalina, la expectación. Es como un boxeador que usa una
canción x para motivarse y estar con la sangre caliente antes de empezar su
pelea. Pero en este caso, el boxeador arranca con la adrenalina a tope, con la
expectativa a tope y llega la banda y lo hunde todo con tres temas del
aburridísimo Senjutsu. Dr Dr deja el plato bien caliente y Maiden lo enfría además
con una rola de inicio (“Senjutsu”) con una de esas intros de flojera que tanto
les gustan de 25 años para acá, para ocho minutos y feria más tarde seguirlo
con “Stratego”. Terrible.
Más adelante, Dickinson dijo que había 65 mil personas (ya llegaremos a ese punto) y yo calculo, con toda honestidad, que por lo menos unos 40 mil de esos estaban callados y distraídos con las dos primeras rolas. Se notaba, se escuchaba. Incluso los fans más aferrados saben en el fondo de su corazón maidenesco que el inicio fue tenso, callado, frío. “The Writing on the Wall” levantó un poco el ánimo, pero según mi interpretación más porque el tema fue video-sencillo y lo conocía más gente. Muchos cantaron emocionados el primer verso pero en el resto de los poco más de seis minutos, reinó la incómoda apatía.
Pero hasta ahí llegó. A partir de ese punto arrancó el bendito pasado de la banda, y si bien no todas las canciones que siguieron me parecen fantásticas, creo que eligieron una buena mezcla de rolas conocidas, éxitos y clásicos inmortales.
Este concierto fue muy cargado hacia Piece
of Mind y The Number of the Beast. En mi libro, nada que reprochar. Y aquí vale
una aclaración importante. Yo sentí el inicio flojo y desangelado, podía hablar
con Kelpy Interesante o con Yaya Maiden sin gritar y eso era porque el ambiente
aún no explotaba, pero la banda, desde el inicio, nos vendió una actitud que
hace muchísimos años no mostraba. Eso y el pasado glorioso se juntaron para que
a partir de “Revelations”, la intensidad no decayera ni un gramo más. “Blood
Brothers” me da lo mismo, pero a la mayoría del público le encanta, eso se
transmite y entonces hasta la disfrutas. Y vuelvo con la actitud. No recuerdo
haber visto a la banda con tanto ánimo sobre el escenario. Siempre hay dos o
tres que están prendidos y dos o tres que andan con cara de flojera. Bueno,
esta vez, los seis estaban totalmente enganchados.
Dickinson ya no es el mismo cantante pero, con esa edad, ¿quién lo es? Y ojo, tampoco es que ya no cante, es solo que ya no canta igual y ahora usa mucho más algunos efectos, sobre todo ese que dobla la voz, algo que, por ejemplo y para que no parezca odio gratuito, hace mucho Rob Halford. Es anotación, no crítica. Después tocaron “The Signo f the Cross”, buen tema de la era Blaze que no tocaban hace 17 años. Regresaron al Piece con la gloriosa “Flight of Icarus, y si bien la enorme figura de Icaro con sus alas desplegadas viene desde la gira pasada, no importa, luce impresionante.
Y aquí es buen momento para destacar un
punto que yo he criticado mucho durante varios años. La noche del miércoles,
por alguna razón, Janick Gers dedicó cerca del 85% del tiempo a tocar la
guitarra. Todas las giras anteriores con tres guitarristas lo que hacía era
jugar a Jane Fonda 85% del tiempo y tocar 15%. Ahora, en lugar de hacer
malabares con la guitarra, brincar y hacer cardio, toó. Y lo hizo sonriendo,
además. Y otro punto a destacar, y que también los fans más clavados, en la
tranquilidad de sus conversaciones internas podrían aceptar, es que su inge
¡por fin! hizo un trabajo decente. Nada espectacular pero muy superior a los
años recientes. ¿Y eso que significa? que cuando Gers y Smith (normalmente)
tocaban una melodía al mismo tiempo para poner una cama sonora a los excelsos
solos de Dave Murray, se escuchaban las dos putas guitarras. Y perdón por la
cuatroletras pero ya era ridículo verlo ahí, sin tocar nada. Yo no sé si
hablaron, si alguien les dijo que hacían el ridículo cada gira, si vieron a
Helloween en vivo o qué diablos pasó, pero Gers tocó la guitarra, incluso
algunos solos de rolas que no fueron de su época, sonriente, aplicado. ¡Carajo!
Más de 20 años para que la banda se dejara de fregaderas e hiciera sonar sus
tres guitarras.
“Fear of the Dark” no tiene desperdicio. A muchos fans clavados no les gusta tanto, pero en vivo funciona de maravilla, y si a eso le sumamos que la banda estaba entregada, y el público estaba extasiado, pues ni modo de no corearla.
Y regreso a los 65 mil. La cifra la dictó
Bruce. “En Sao Paulo tuvimos 63 mil personas, pero no se preocupen, ustedes se
llevan el premio, aquí, con 65 mil personas, tenemos el show más grande de la
gira” (palabras más, palabras menos). Probablemente ese dato es el que los
tenía tan contentos y enchufados, porque Dickinson es un gran “frontman”, pero
no siempre se le nota cómodo más allá del personaje de líder de la banda.
Bueno, en esta ocasión parecía genuinamente entregado y contento. Lo mismo Nicko
McBrain. A él es al que aparentemente más le pesa la edad. Las rolas son un
poco más lentas para acomodar su capacidad física, pero eso ha terminado por
ser algo bueno, o por lo menos no algo malo, porque además de que la mezcla de
sonido fue bastante buena, con la reducción de velocidad en las rolas llega la
ventaja de que cada “fill” o “redoble” en los toms, se escucha perfecto. Cada
golpe cuenta y cada uno suena.
“Hallowed be Thy Name”, “The Number of the Beast” y “Iron Maiden” cerraron el show, y claro, el público ahora sí sonaba como si estuviera constituido por 65 mil personas.
El primer encore fue con “The Trooper”,
con bandera mexicana incluida, “The Clansman”, la otra de la era Blaze que si
bien me parece más x que espectacular, funciona muy bien en vivo por la
incansable repetición del coro y la magistral “Run to the Hills”. Para ese
momento, Bruce había peleado a espadazos con Eddie, le había disparado en “The
Trooper” y si bien corrió menos (si entiendo bien, tuvo una caída en Brasil y
eso podría haber mermado su tradicional hiperactividad), debo insistir en que
se veía genuinamente contento. Todos, pero en él se notaba más porque suele ser
más frío. Habló con la gente en momentos clave para presentar ciertas rolas,
pero también lo hizo para agradecer y entrar en comunicación. Ellos de buenas,
nosotros también, no es tan difícil de entender, pero les llevó décadas
lograrlo.
El segundo encore fue con “Aces High”. Habrá quienes hubieran preferido otra, pero esta funciona muy bien porque sacan a pasear el avión de guerra inflable que tienen y que la verdad luce mucho.
Yo pensé que ya nunca viviría un show de
Maiden así de emocionante. Más allá del aburrimiento del principio, lo demás,
sin quejas. Y vaya que sacar discos es encomiable, pero regreso al inicio y la
frase de que el metal no debería ser música de adultos, y tristemente, Maiden
lleva casi 30 años de pensar justamente al revés. Esas tres canciones del
inicio son la representación gráfica del dicho de Paul Stanley que dice que
Kiss ya no saca música nueva porque entonces la gente va a los conciertos y
meramente tolera el material nuevo. No tiene razón a raja tabla, pero Maiden ejemplifica
eso a la perfección, sus rolas nuevas, excepto las del disco anterior a este,
meramente se toleran, pero la culpa es de ellos y nadie más. No me quiero
imaginar la pesadilla que será si cumplen con la idea de tocar todo Senjutso en
su próxima gira.
En fin, una noche muy agradable, un ¡por
fin! que por lo menos a mi en relación con Maiden, me hacía mucha falta. Además, ver la lagrimita de Kelpy Interesante en "Iron Maiden" y "Run to the Hills" no tuvo precio.
Punto y aparte son los precios increíblemente excesivos de la merca oficial, pero esa es una mancha que se resuelve si no se le pone atención.
Ya para acabar, por culpa de un mal cálculo a la hora de salir (hicimos 19 minutos de la zona de metro Constitución a la esquina de Añil y Churubusco, o para ubicar, la esquina donde está la pantalla exterior del Palacio) y luego hicimos 24 minutos de la esquina de la lateral de Viaducto a la Puerta 1. In creíble. Y por eso no vi a Mastodon, ni una rola, y vaya que es una gran banda, pero esa la razón por la cual ni los menciono. No los vi.
Si llegaste hasta acá, muchas gracias.
Migraña en “we’re blood brothers” mode on.
A ver cuánto me dura, jaja.
**Todas las fotos son del gran César Vicuña, cortesía de Ocesa.
3 comentarios:
Te voy a acusar con los Kiss
Excelente reseña. A mi en particular ya no me emociona ver al Maiden, y menos con sus últimos discos...
Revisa tu referencia de "Sign of the Cross" pues no tenían 17 años (Como mencionas) sin tocarla.
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