viernes, agosto 11, 2017

Jet Jaguar, su triunfo en Wacken y un extra muy personal.

¿¿Ojo, los números de la izquierda son una referencia que usaba Thornstein Kolbeisson, el juez islandés que se encargó de la hoja de Excel, no significan nada concreto.

A ellos les tocó turno como la décima de 28 bandas que concursaron este año. Es decir, su participación fue el miércoles a las 14:45 horas. La ventaja de ese día es que no hay nada más sucediendo en Wacken excepto por Metal Battle; la desventaja es que por eso mismo, mucha gente no ha llegado aún a la tierra sagrada del metal o por la hora, están crudos de la fiesta que agarraron desde el martes. Al final del día el horario fue bueno y haber tocado entre las bandas de Finlandia e Islandia también ayudó.
La concurrencia era bastante considerable; sí, menor que con otras bandas mexicanas de otros años pero no por eso poco considerable, y además se nutrió de manera sobresaliente en los siguientes 20 minutos. Como sea, eso no era lo primordial: una de las características más importantes en Jet Jaguar es que veían la oportunidad de tocar en Wacken como un sueño hecho realidad, como el concierto más importante de sus vidas, la culminación de un sueño y todo eso con una enorme ilusión y gusto. Ojo, no quiere decir que se conformaran o que no aspiraran a lograr más hitos en su incipiente carrera, era simplemente que hasta ese momento la de Wacken era su presentación más importante, ni más ni menos.

Como ha sucedido cada año, los minutos previos fueron de cierto nerviosismo. Algunas bandas lo han demostrado más visiblemente, otras menos, pero todas se han puesto nerviosas, es algo natural. En este caso el nervio se transformó en estrés cuando a un minuto de su presentación, la batería no estaba totalmente armada. Faltaban 30 segundos cuando por fin quedó todo en orden: una porra, todos en sus puestos y llegó la presentación.
Normalmente soy enemigo de los penachos y sombreros de charro o de paja que terminan en punta porque suelen mostrarse en eventos de gran trascendencia mediática como mundiales de futbol, por ejemplo. Es decir, el mexicano se queja de que fuera de México lo ven como sombrerudo de la época de Pedro Infante pero ese estereotipo es repetido una y mil veces en las tribunas de estadios de futbol, por los mismos mexicanos, contradictorio ¿no?. Sin embargo un penacho en el contexto de una presentación artística, como lo es subirse a un escenario al frente de una banda, me parece aceptable. Así, Max, el cantante de los Jaguar cantó “Hunter” con un penacho multicolor que además causó un efecto positivo entre la gente.

La banda había ensayado algunas coreografías en el sótano del hostal donde se quedaban en Hamburgo, se habían tomado esta presentación como algo serio y eso se notó sobre el escenario. Tuvieron algún problema técnico con una de las guitarras que dejó de sonar por unos segundos, pero no dejaron de tocar, al contrario, confiaron en la gente del escenario. Después supe que se habían planteado ese escenario y que estaban preparados para la contingencia, otro punto más a destacar de los chavos que pudieron enfrentar el pequeño apagón con mucha frialdad y clase.
Entre el público la vibra era maravillosa, pero por experiencias amargas en el pasado no quise echar las campanas internas al vuelo. Entre los colegas del jurado lo que veía eran sonrisas de aprobación, pulgares levantados y gestos de asombro pero, una vez más, las experiencias anteriores me obligaban a ser cauto. Por dentro sólo pensaba “qué chingón, misión cumplida”. Y es que antes de que se subieran a tocar hablé con ellos y les dije que para mí, el éxito era que tocaran y se ganaran al público, que no se presionaran pensando en México y mucho menos en “la escena”, que pensaran en ellos, en que era su momento y que gozaran.

Ese día, después de ellos, aún tocaron nueve bandas más y el jueves otras 9: Uruguay, Noruega, Rumania, Portugal, Suecia, Estados Unidos, Belice, Israel, Sudáfrica, Indonesia, entre muchas más. Lo primero que quedó claro luego de ver y escuchar a las 28 concursantes fue que el mundo necesita variedad. De esos 28 países, cerca de 20 o 21 ofrecieron bandas que variaban entre el death core, death melódico o death clásico, pero sobre todo death core. Y sí, algunos eran buenos pero al final terminan por sonar a lo mismo, y Jet Jaguar, la banda de Rumania y la de Suecia por ejemplo rompieron el molde y ofrecieron algo que si bien no es nuevo, tampoco es lo mismo de cada año. “Call of the fight” y “Zero Hour” fueron la consolidación. El público estaba a sus pies, y aquí cabe describir una vez más lo que hace diferente a Wacken: el público va mucho más por una idea de pasarla bien y disfrutar a las bandas que porque el cartel sea o no lo que ellos hubieran querido para su fiesta privada. Cuando ves en los escenarios de Metal Battle a dos o tres o cuatro mil personas te queda claro que están ahí meramente por el gusto de conocer propuestas, no hay mayor ciencia. Es decir, cada país, sobre todo los europeos que entre el público suman mayoría suelen ir a ver y apoyar a la banda que los representa, pero hay otro grupo de personas, uno bastante nutrido por cierto, que va simplemente porque no tiene ese prejuicio de “si no lo conozco no sirve”. Y ese pequeño detalle es el que hace a una escena: apoyar significa darle la oportunidad a las bandas emergentes, y ya si no te gustan estás en todo tu derecho de expresarlo, pero de entrada la gente va y las escucha y las disfruta y las respeta. Tan fácil y tan difícil a la vez.

Cerraron con “Rompiendo el acero” y la verdad es que enchinaba la piel ver que eso de que cantar en español limita a las bandas es un mito. Sí, es más fácil que te entiendan si cantas en inglés pero si partes de la base de que a las bandas de Metal Battle más bien no las conoce nadie, que canten en el idioma que sea no afecta.
Ahora bien, el que no quiera creer en palabras del promotor de la batalla en México porque seguramente exagera, chequen el video en Youtube y juzguen ustedes mismos si el público estaba o no con la banda. Esa es una de las ventajas de las redes sociales y el internet, las mentiras no suelen sostenerse por mucho tiempo.
Ya en la votación yo estaba con esa voz interna que dice que es mejor ser cínico y no esperar nada bueno aunque tengas elementos para hacerlo, porque llega la realidad y te rompe todo, que tener alguna expectativa y que luego no pase nada. Una vez más, la experiencia así me obligaba.
Cada país tiene un jurado, y este año participaron 28 bandas, así que asumí que serían 28 jueces, sin embargo al final del día fueron bastantes más ya que algunos países que no participaron en esta edición igualmente mandaron representantes como jurado (China, Malasia, Irlanda, Japón y Reino Unido entre otros) así que el ganador debía convencer a una mayoría en un universo de alrededor de 35 personas, y se dice fácil pero son muchas personas con gustos muy diferentes, razón extra para no dejar que las emociones de lo vivido en la presentación de los chavos se metieran en mi cerebro.
La votación fue el jueves a las 9 de la noche, justo a la hora en que Accept tocaba con orquesta. Yo llevaba puesta mi playera original de la portada de Born Again de Black Sabbath, la naca, la que es tan fea que es hermosa, la de la suerte. Junto a mí estaba José Pablo, el promotor de Centro América que este año llevó a una banda de Belice, otro que algo sabe de escuchar que la batalla es fraude y demás. Con toda honestidad puedo decir que si no fuera por mi cinismo, las señales de que algo bueno podría pasar estaban ahí: abrazos, felicitaciones, halagos a la banda mexicana… pero como dije, ya lo he vivido antes. “Usté va a estar bien arriba” me decía José Pablo; “ojalá alcancemos algo en el top 5” le decía yo. Y empezaron los votos: 3 points to México… one point to México… five points to Belice… five points to Rumania (yo voté primer lugar para ellos porque en mi entender se lo merecían y porque no podemos votar por nuestros propios países)… five points to México, y otro más y otro más y así varias veces. Yo había olvidado mi cuaderno en la tienda de campaña, un cuadernito que uso por aquello de que sirve más la más pálida tinta que la más brillante memoria, uno en el que acostumbro apuntar el puntaje que va recibiendo México en cada ocasión. Bueno, pues ahora no lo traía así que no podía saber con certeza cómo iba Jet jaguar, sólo escuchaba constantemente el nombre de México y el de Rumania y con menos insistencia otros como Francia e Israel, por ejemplo. Cuando acabaron los votos José me dijo algo como “¡¿qué le dije?!”; también se acercó Carlos, el promotor de Uruguay que de inmediato me felicitó, pero fue hasta que Sascha Jahn (sí, el de Endstille) confirmó el dato que empecé a sentir y entender lo que estaba pasando: México… no, Jet Jaguar de México había ganado por primera vez desde que debutamos en 2009 la W:O:A Metal Battle. Se dice muy rápido y se lee igual así que va de nuevo; México había ganado por primera vez en su historia la Metal Battle de Wacken. Vaya.

En la sala de prensa el reconocimiento era unánime y mientras la gente volteaba en busca de los chavos para felicitarlos, ellos estaban abrazados, caídos en el suelo, llorando, gritando, celebrando. Subieron a tocar pensando en que sería el concierto más importante de sus vidas y ahora ahí estaban, viviendo la consecuencia de haberlo tomado tan en serio. Hubo infinidad de sentimientos pero no vale reseñarlos porque en ese momento la gloria les pertenecía sólo a ellos. Yo había compartido la noticia en contra de la sugerencia de los alemanes con una sola persona, la única que ha estado ahí durante todas las batallas, cada año y casi en cada fecha. Ya me había desahogado porque guardarse semejante noticia por cerca de 16 horas es toda una odisea, y es mucho para guardarlo en el pecho. Curiosamente, en esas 16 horas recibí varios whatsapps preguntando si habían ganado los chavos, como que el ambiente estaba cargado de una energía que antes nunca se había manifestado. Aparentemente todo lo alineable estaba alineado (valga la redundancia) en esa noche mágica, en esa noche histórica.
Una guitarra, un ampli de bajo, unos audífonos, un refrigerador que recrea un combo de Marshall, platos para la batería y cinco mil euros fueron parte del premio, pero nada, en verdad nada supera el haber visto sus caras cuando ganaron. Los cinco palidecieron, los cinco gritaron y bailaron y se abrazaron; alguno lloró, otro no sabía si sentarse o pararse, todos fueron felices, habían dado un primer paso enorme porque eso sí, ganar es apenas el inicio de su camino porque ahora tienen una responsabilidad mayor, pero eso lo saben y tendrán tiempo de asimilarlo. Ya ganaron, ahora deberán capitalizar ese triunfo.
En un grupo privado en Facebook de promotores de Metal Battle, Toni, el `promotor de Finlandia escribió “¡Éste fue mi Wacken más emotivo! A pesar de que no voté por México estaba llorando cuando los vi recibir el premio. Gracias a todos por hacer de este un Wacklen inolvidable”. En los comentarios, Thornstein, el promotor de Islandia escribió lo siguiente “En eso estoy contigo bro, yo también lloré. México es una nación que ha sido víctima del peor bullying por parte de una superpotencia y su idiota presidente Trump por lo que sentí una gran emoción cuando los anunciaron como ganadores. ¡Viva México!”. Y sí, al escribir esto yo también lloro, una vez más.


La “escena” y los que se cuelgan milagritos. 
**Ojo, este texto me representa únicamente a mí; para efectos de este post es mi punto de vista y de nadie más.
Curiosamente y sin ponernos de acuerdo, Jerry Voltax y yo hablábamos con los chavos y coincidíamos en que no era prudente creer en esos cuentos chinos que les iban a empezar a colgar de que representan a la escena mexicana o a México. No se trata tampoco de renegar pero creíamos que el triunfo destaparía una oleada de comentarios que irían de lo sublime a lo ridículo con la misma velocidad que alguien puede usar un teclado, y no vale la pena angustiarse por ello. Y así ha sucedido.
“La escena” es una entidad amorfa que habita en la cabeza de cada quien y que adopta la forma que cada uno le da. Aunque duela, no hay un movimiento metalero mexicano sólido, mucho menos una hermandad como la que hoy varios pregonan. Se ha avanzado en comparación con décadas anteriores, sí, pero estamos en pañales. Mal hacen quienes desde la comodidad de sus hipocresías llenan a la banda de halagos que van cargados de interés; mal hacen quienes muestran su intolerancia y envidia al felicitarlos aunque no sin antes condicionar su halago con la palabra maldita del metal mexicano: pero (los felicito pero… que bueno que ganaron pero… no los conocía y me da gusto pero… son buenos pero… los mocos de la osa parda pero).
Los cinco chavos vienen de bandas que pintaban como promesas pero que por alguna u otra razón no siguieron adelante, o por lo menos no con ellos, y eso les dio una perspectiva diferente de las cosas: saben que el que quiera estar en Jet Jaguar debe entender el compromiso y sacrificio que implica estar en una banda, y curiosamente porque va en contra del estándar de la gente de su edad (apenas entrando a sus veintes), tienen una gran humildad. Probablemente el elemento que más pesó en su triunfo, además de su talento, fue justamente su humildad. Muchos confunden esa característica totalmente honrosa con debilidad, y abusan.
¿Es Jet jaguar la muestra real de lo que es la escena en México? No. Son la muestra de una parte de la escena, esa en la que las bandas trabajan y dejan trabajar, disfrutan y dejan disfrutar, pero son reflejo de una minoría.
La escena real es esa en la que gente (músicos, medios, público y detractores) enferma de egolatría, bañada en celos y envidias habla por hablar. La escena real es una en la que cientos de personas atacan a una banda sin haberla escuchado jamás; agreden por ejemplo a la Batalla pero no se han parado en una fecha eliminatoria o una final en su vida entera; publican notas para estar bien sentados en el tren del mame pero nunca antes habían mencionado ni a la banda ni a la batalla ni a la escena siquiera en alguna nota; odian y despotrican porque hay cien bandas mejores pero ni conocen a la que odian ni pueden mencionar a 5 que les parezcan mejores y sustentar su argumento, mucho menos podrían mencionar a 100.
Por eso, independientemente de lo que ellos piensen, y aclaro, esta es mi visión de las cosas, no les hará ningún bien creer que representan a la escena mexicana. Son parte de ella, sí, pero no la representan, y menos cuando, como expliqué antes, su mayor característica es la humildad. En todo caso “la escena” debería aprender de ellos y su ética de trabajo. Ojalá no se envuelvan en la bandera de “la escena” ni en la de México porque es más fácil que se pierdan ahí dentro. Mejor que sigan como hasta ahora, con humildad y trabajo y entonces sí, que su origen y pertenencia a una escena y un país entren en la ecuación. Este logro fue de ellos, no de México ni de la escena nacional.

Ahora bien, la llevada y traída escena tiene sus cosas buenas, sus bandas destacadas (muchas, afortunadamente) y lo mejor de todo, tiene futuro. Tiene muchas bandas que salen del país a Centro y Sur América, a Europa, a Norte América y muchas de ellas hacen papeles espectaculares en lo que les corresponde, y por eso es que vale la pena luchar y seguir adelante. Colgarse de los logros de otros es una terrible maña, pero es bueno que por lo menos haya logros de los cuales colgarse.