lunes, octubre 21, 2019

Cenotaph, reseña.



Histórico. Así fue el concierto de Cenotaph el sábado pasado en el Circo Volador. Sí, pudo haberse llevado al foro grande y aunque probablemente no habría llenado todo el inmueble, seguramente las cerca de 1, 200 personas que caben en la parte de abajo, hubieran llegado. ¿Por qué no se hizo ahí entonces? Buena pregunta, aunque algo me dice que al ver la pre venta, los organizadores habrán pensado que sería un Lobby muy bien logrado. Probablemente les faltó imaginar que el mero día, seguramente llegaría mucha gente, a pesar de que constantemente se avisó que, de quedarse en el Lobby, el boletaje podría agotarse. Y así fue. Eso, sin embargo, es lo de menos, el punto era ver si nuestra escena está lista para asistir en buenas cantidades a un concierto exclusivamente de bandas nacionales, de metal extremo además, con precio de 450 pesos. Lo que debería ser la norma pues, aunque estemos acostumbrados a pagar 50 pesos y sentir que es carísimo, un abuso y que la mayoría sólo los paga porque Dios es grande.

Me tocó llegar justo unos minutos antes de las 7:30, hora en la que estaba anunciado Majestic Downfall, desde mi perspectiva, una de las más grandes glorias “actuales” que tiene nuestra escena. Desde la mañana se había anunciado que no había más boletos, pero al llegar, la cantidad de gente que estaba en espera de que por alguna razón se liberaran más entradas era bastante considerable. Llegué desde Calzada La Viga, y una vez cruzado el Viaducto quedó claro que se trataba de un show predominantemente “vieja escuela”, pues la lateral y locales que normalmente ofrecen servicio de estacionamiento estaban llenos de autos.

Mi caso era justamente una buena muestra de este encuentro generacional: yo, cerca del tostón, Kelpy Interesante, apenas pasados los 30 de edad. Ya ahí calculo que la proporción habrá sido un 70-30 entre vieja guardia y generaciones más jóvenes, lo cual también era interesante, significaba que los más jóvenes tendrían acceso a una banda que dominó los escenarios en los 90, cuando muchos de ellos apenas usaban pañal. Para otros, nos significaba ver en vivo por primera vez a una banda que conocimos en su momento pero que por diversas causas nunca vimos, y para otros, era un reencuentro esperadísimo.

Por causas personales no pude llegar antes, pero si lo hice a tiempo para degustar del Doom/Death de Majestic Downfall, proyecto de Jacobo Córdova que, a pesar de haber iniciado desde 2006 -en ese tiempo como proyecto unipersonal que sacaba discos nada más-, apenas hace tres o cuatro años se convirtió en banda formal.

Lo suyo es un Doom cargado con toques Death de excelente calidad. La brutal pesadez de la música es directamente proporcional a la gravedad distorsionada del bajo y la enorme capacidad de Dah, Aly y Alfonso en las guitarras y batería, respectivamente. Enorme presentación con un estilo de música que no es, y probablemente nunca será, del gusto de las masas. Para la hora de su presentación el Circo estaba casi lleno, y la respuesta de la gente fue muy buena. Hubo quienes se confundieron y aplaudieron lo que parecía el final de alguna canción, aunque en realidad eran pasajes Doom de esos en los que la estridencia da paso a momentos de tranquilidad sonora, lo cual fue sublime. Si te gusta el metal lento, muy pesado y presentado en composiciones largas y avasalladoras, Majestic es para ti.

Después fue turno para Rex Defunctis, banda regiomontana de la cual debo admitir que no sabía nada. Es más, supe que eran regios ya en el Circo. Con ese desconocimiento lo que restaba era escucharlos con respeto y esperar a Cenotaph, o al menos eso suponía, porque con el paso de algunos minutos quedó claro que era una gran banda. Doom también, aunque más con toques tipo Stoner, su presentación se convirtió en un manto envolvente que terminó por ganar a un nuevo fan. Vaya demostración de calidad, de ejecución instrumental, de dominio del género. Después supe gracias a Victor Varas y a algunas páginas de referencia que tiene miembros de los legendarios Argentum y de Occulus. Con un sonido más influenciado por bandas como Trouble y Saint Vitus, su presentación fue sencillamente excepcional, y debido a que tiene más partes “movidas”, provocó un mosh pit intenso y de buen tamaño que sirvió de preludio para lo que venía. Su único disco en formato larga duración, “Tenebram Vobiscum”, es distribuido por Chaos Records, y su demo “Cofani Funebri”, en caset, lo distribuye en México Death in Pieces Records, ambos sellos nacionales.
Los primeros en tocar fueron los mexiquenses Hellsphere, quienes se autodenominan como obscure heavy metal y los queretanos Question, Death Metal que también se encuentra en Chaos Records.




Ya por ahí de las 9:40 llegó el momento que todos esperaban: Centoaph en el escenario. El escenario, iluminado de azul y adornado con un efecto tipo niebla se veía como esas olas calmas que anteceden una tormenta, mientras por el PA sonaba la intro de Epic Rites. Poco a poco entraron en escena Julio Viterbo y Guillermo Sánchez, guitarristas, Alexis Aguilar en el bajo, Edgardo González en la voz y Óscar Clorio en la batería, para iniciar a tambor batiente con The Black Universe. A partir de ese momento todo fue una fiesta extrema, con un mosh pit que creció por lo menos al doble de como se había visto y con una euforia muy pocas veces vivida en conciertos de bandas nacionales. Se respiraba el respeto que se le tiene a la trayectoria del quinteto, bien ganado, ese que los coloca en el panteón de las bandas extremas mexicanas en lugar especial.

Grief to oscuro y The Solitudes fueron las siguientes, y, como suele sueceder en conciertos así, la piedrita en el zapato era que la guitarra de Julio y el micro de Edgardo comenzaron a presentar ciertos problemas. Nada grave ciertamente, pero si se notaba que los músicos estaban un tanto desconcertados: esperaron meses para esa ansiada noche y todo debía ser perfecto. Curiosamente, entre el público nadie se quejaba, finalmente, aunque por instantes se notó el problema, el audio fue magistral, en buena medida por la excelente labor desde la consola que hizo Jesús Bravo. Es decir, sí hubo algunos detalles, sobre todo en los primeros tres o cuatro temas, pero la banda jamás dejó de tocar y al final, quedó meramente en anécdota.

Edgardo platicaba con la gente, contagiaba la felicidad que vibraba desde el escenario y reiteraba el agradecimiento por la respuesta del público. Sonaron The Solitudes, As the darkness borns y Among the abrupt y nadie recordaba los detalles de audio del arranque. Cada descarga sonora era un pretexto para sacudir el cráneo (algunos así, el cráneo brillante por el sudor, otros aún con copiosas melenas), para aventarse al ruedo del slam, en el cual incluso hubo un participante constante que traía un pie enyesado y por lo tanto llegaba al aquelarre con par de muletas. De parte de los músicos se sentía entrega total, de parte del público, reverencia.

Lorn ends, Requiem for a soul request y Ashes in the rain… los golpes de brutalidad y técnica no cesaban. El calor era intenso pero agradable, para cualquier punto que uno volteara la miraba encontraba caras de felicidad, de asombro, de satisfacción, de regocijo y de paz, no se veía a nadie que tuviera actitud de irrelevancia, y esa sensación hizo que el concierto se viviera aún más int6nesamemte, porque son caras que acostumbramos ver en presentaciones de bandas de fuera, pero en esta ocasión se trataba de algo propio, de una banda al tope de su madurez, con gran historia y aparentemente, con mucho futuro.

Siguieron Tenebrus apparitions y Macabre Locus Celesta y quedaba claro que se tocarían temas sólo de los primeros tres discos, esos que entre el 92 y el 96 mostraron que en México había calidad de sobra.

La siguiente triada de garrotazos incluyó Navegate, Severance y Soul profundis. Ya para entonces la sensación era de agradecimiento. Para ese momento llevaban más de una hora, algo que parecía poco probable y no porque no tuvieran material suficiente, sino porque ya nadie toca más de 60 minutos. Sin embargo, con sólo mirar detrás de Clorio y checar la enorme manta negra con el legendario logo en blanco era suficiente para entender que estábamos ahí para hacer historia, no para ver a una banda como tantas internacionales que ven esto más como negocio que como arte, que tocan 45 o 50 minutos y se quejan de que fue larguísimo. Esa noche en el Circo era distinta, se trataba de una fiesta por todo lo alto y realmente no había motivo alguno para tocar menos. Pasaron muchos años para que el público pudiera verlos de nuevo y lo justo era derramar cada gota de sudor sobre las tablas, sin importar que eso significara tocar 75 u 80 minutos.

El final llegó con Crying Frost y Thorns of Fog. El final que en realidad terminaría por ser una especie de encore alargado. Ya para entonces más o menos se sabía que a la gente que estaba afuera se le había ofrecido comprar boleto, esperar el término del concierto y entonces ingresar para ver al Centoaph en toda su gloria. Sí, significaba que el quinteto tocaría un segundo set completo para cerca de 50 personas que esperaron decente y pacientemente afuera. No hubo violencia ni intentos de portazo ni situaciones incómodas para nadie, hubo una solución y un gesto importante de parte de la banda, porque no solo eran fans que se quedaron con las ganas sino que algunos venían de fuera de la Ciudad. La verdad es que si se hubiera anunciado con tiempo, hubieran llegado por lo menos otro centenar de rockeros. Muchos que habían visto el concierto inicial se quedaron y así, pasaditas las 12:30, el quinteto comenzó un segundo show, completo, para lo que era una audiencia mucho más allá de lo saludable en cuanto a número, e igualmente escandalosa que la que le precedió.
Fue así como se gestó y llevó a cabo una noche legendaria, una en la que se demostró que en México hay calidad, que hay excelentes ingenieros y personal de escenario que lograron sacar adelante en tiempo y forma un concierto que primero presentó a cinco bandas y después, nuevamente, a la estelar.


Cabe destacar también que los organizadores dedicaron el concierto al fallecido Jorge Monroy, hasta hace unos días el encargado de conciertos y logística del Circo y eterno apoyador del metal nacional.

Fue una fiesta redonda, sin incidentes, lleno de sonrisas, con algunos que se excedieron en el consumo de alcohol pero que aún así disfrutaron a tope. Una noche de leyenda que quedará ahí como muestra de que sí se puede y no sólo eso, sino que se debe tener mayor respeto por el metal hecho en México y que, si queremos, podemos tener una escena realmente vibrante y sólida.


*Todas las fotos son de Raquel Coss.

miércoles, octubre 02, 2019

ElChivo, reseña de disco.

En Sangre de Metal se tiene la idea de que cuando no hay nada bueno que decir de alguien, es mejor no decir nada, amenos que sea una banda enorme a la cual las críticas no le mueven un pelo.
En ese contexto llega esta reseña de ElChivo, banda de rock pesado fundada en Monterrey por Marco Gil, bajista de Maligno. Se reseña porque me parece un gran disco, digno de llegar a la mayor cantidad de escuchas que se pueda. Ni más, ni menos.
Con eso en mente, aquí la opinión:


ElChivo, reseña
Por Luis Jasso
#SangredeMetal


ElChivo es una banda autodefinida como de rock pesado, fundada por Marco Gil, ex Toxodeth y baista/fundador de Maligno. El disco homónimo es su debut, lo presentaron en vivo ya en la CDMX y Monterrey y tiene todo para convertir a la banda en un grande de nuestro metal.
La voz tiene un timbre interesante, no es gutural ni mucho menos, pero tampoco es aguda, es un tono medio dentro del cual se manejan varios colores.
La guitarra siempre establece primero el tono de la canción con riffs sumamente pegajosos, pero siempre pesados. Eso no significa sin embargo que falten solos, los hay, con enorme textura y sabor, cumplen perfecto la idea de un solo en el contexto del rock pesado: redondear la canción, ponerse al servicio de la misma y no tanto del lucimiento individual del guitarrista.
La batería tiene esa onda setentera de usar todos los tambores, sin excesos, pero con la idea de aprovechar todas las tonalidades que ofrece cada uno. Es un excelente trabajo de poner el fundamento a la música y, una vez más, está pensada como un elemento al servicio de las canciones.
El bajo es, como debe serlo en este tipo de música, el elemento que pega todo y lo solidifica. Siempre está ahí, ayuda a establecer el concepto de “pesado” en la música y le da un tono agresivo y oscuro al disco.
Se trata de un disco que podría ser el fondo musical de alguna novela de Lovecraft, pero también de Poe. Es música que se degusta como un buen whisky en las rocas al que se le pone atención en cada trago, se bebe despacio, se deja sentir el recorrido de la bebida por todo el aparto digestivo hasta caer en el estómago para inmediatamente sentir el cosquilleo etílico en el cerebro.
Ciertamente es música más para los iniciados en las lides de los subgéneros más densos del metal como el Doom, Stoner y Sludge. Si necesitas velocidad, doble bombo o duelos de riffs frenéticos en las guitarras, esto no será tan de tu agrado, especialmente porque, a diferencia de las tendencias actuales, ElChivo sólo usa una guitarra.
Es como el concepto de “The Oath” que invita a bailar alrededor del fuego, música para desprenderse de cualquier peso que se lleve encima, aunque se logre justamente con ritmos pesados. Habrá quien se imagine por ejemplo a alguna banda power o tal vez alguna folk para musicalizar un aquelarre en el que todo mundo, encuerado, baile alrededor del fuego. Otros nos imaginamos que si lográramos despojarnos de tabúes y ataduras mostraríamos nuestras carnes a ritmo de ElChivo, bailaríamos en una especie de estupor inducido por los hipnóticos riffs de la banda, beberíamos y terminaríamos tirados en el suelo, mirada clavada en las estrellas o las nubes y la mente clavada en temas existenciales.

Rola por rola:
Ayahuasca. Tiene un riff pesadote que establece el tono de todo el disco. La primera parte de la canción recae en la vieja y confiable técnica de repetir el riff y adornarlo con una buena melodía vocal, más adelante sin embargo se acelera un poco, se vuelve un tanto psicodélica, con mucho más presencia de toms y platos en la batería.
Becoming. Esta ofrece un sabor setentero, algunos reseñistas le llaman “Groove”, y significa que te dan ganas de cerrar los ojos, mover la cabeza, zapatear al ritmo del riff y perderte en la magia rítmica de la canción. El bajo tiene gran presencia en todo el disco, pero aquí engorda el sonido de la canción de manera superlativa.
Intoxicated. Tal vez la más comercial del disco, pero entendiendo que sería la más viable para poner en la radio, no que suene popera o guanga. Sería una gran acompañante en una rutina de ejercicio, por ejemplo, sobre todo porque su tempo es un poco más rápido que la mayoría. La voz en esta tiene algunos efectos, pero le quedan bien, no se siente excesivo y sobre todo, se nota que es para darle otra vitalidad a la canción y no por falta de recursos vocales.
My demons. Uno de los mejores riffs del disco. El acompañamiento con distorsión a tope del bajo endurece el riff principal y le da un tono tipo Sabbath a la rola. Joya.
Night Queen. Comienza con un solo de bajo, pero que nadie se angustie, no es una sobada de ego sino el establecimiento de una ambientación para la rola. Esta es otra canción con un gran riff, con un sonido claramente enraizado en el rock de los años 70, pero con una producción moderna y una composición que la hace sonar relevante, en lugar de vieja.
The lost and insane. Al principio suena como si fuera una canción de Pantera, sólo que más lenta y más rítmica. El riff que la lleva es más pesado que melodioso, pero las líneas vocales la complementan de manera tal que encaja perfecto en el sonido de todo el disco. Es la más “pachecota”, por llamarlo de alguna manera, de todo el disco, y su parte media así lo demuestra. El solo es como un lamento de ansiedad, pero uno en el que esa condición sería la meta, y no un problema.
Psychprenia. La más veloz del disco, aunque aquí la velocidad es directamente proporcional al concepto setentero, es decir, tampoco es algo frenético tipo speed metal, simplemente es menos lenta, pero sería una compañera ideal para manejar en alguna recta de esas tan comunes en las carreteras del norte del país porque obliga a matear, hacerle al baterista virtual y levantar el puño de vez en cuando, situaciones todas que serían peligrosas en una carretera llena de curvas, pero aliciente para no morir en el tedio en las carreteras que cruzan desiertos y planicies. Curiosamente, con 2:42 de duración, es la más corta del disco.

The Oath. Gran cierre. Es la segunda que inicia con el bajo al frente, aunque esta vez acompañado por la batería. Es una excelente muestra del concepto general de la banda: una sola guitarra, porque para establecer el ambiente no se necesita más; un bajo sólido, distorsionado, que deja que cada nota se sienta y que pone la cama sonora a la guitarra; una batería que nunca es menos en la canción, pero sobre todo, nunca es más, es decir, no se siente que los riffs tocados en ella desentonen sino que, al contrario, “engordan” el sonido y la voz de Angelini, una de las características únicas de ElChivo, como invitación a tararear, washawashear o cantar como debe ser, porque se siente familiar, alcanzable.
Gran disco, gran banda, buen concepto. 9 de 10 glóbulos de Sangre de Metal.

Puedes conseguir el disco directo de la banda en su Facebook oficial.