Gorilas en la niebla. Reseña Immortal

Viajábamos por una carretera oscura, angosta y maltrecha. Llovía a cántaros y las luces altas del coche apenas iluminaban dos o tres metros delante de nosotros. Como en película de terror, masas de neblina densa y tétrica se nos venían encima empujadas por un viento helado. De un costado teníamos una montaña rapada para crear el camino y del otro, un profundo abismo que con la luz del día vimos era más bien el descenso de una montaña. Y llegamos a las famosas grutas de noche, a acampar en medio de la lluvia y el frío. Sin embargo la promesa era real, había algunas albercas de aguas termales. Ni siquiera tibia, el agua estaba caliente en medio de la helada lluvia. Y si levantabas la mirada lo único que veías era la sombra de enormes ramas de árboles recortadas contra el cielo nocturno. Ah, en medio de la oscuridad y rodeado de personas que no peden verte, hacer el amor es una experiencia sobrenatural. Y ya con el día entrar en las grutas, luchar contra la corriente de agua que es tan fuerte que ni siquiera agarrándote de una cuerda que penetra en la cueva principal logras estabiolidad. Y si te sueltas corres el riesgo de que la corriente te arrastre y caigas en diversas pequeñas cascadas que no son tan escandalosas, pero están llenas de enormes piedras que fácilmente te romperían el cráneo. Sí, aquél viaje fue bastante extremo, muy de encontrarse de frente con la naturaleza, como las letras de Immortal.
“Es la marcha de aquellos oscuros como calabozos
que más allá de la oscuridad difusa toman forma
Es la marcha de de los oscuros demoníacos
que más allá de la oscuridad difusa acechan
Es la marcha de las negras bestias recién despertadas
que más allá de la oscuridad difusa braman” (Damned in black)





Immortal es una de las puntas de lanza más visibles de lo que conocemos como música extrema. Y no será defender lo indefendible como suelen acusarme algunos, es simplemente mi opinión. Yo sí creo que el humo que tiraron durante hora y media y que ensombreció todo el Circo Volador fue un detalle interesante. La decisión fue de ellos, y desde mi visión, resultó acertada. Sí, hubo momentos (varios) en que no podías distinguir a nadie, pero ¿sería necesario verle la cara a Abbath mientras escupía las abridoras All shall fall o Sons of northern darkness?
El Circo todo, hastya el último rincón estaba sumido en una densa niebla. Como en la naturaleza, por momentos se disipaba y por momentos regresaba con más fuerza y determinación. Era como estar en medio de un bosque oscuro, de una naturaleza que quizás pocos conozcan en México (sólo aquellos que gustan de salir a acampar, de lo cual por supuesto me excluyo jaja). Veías los cuerpos que nadaban sobre las cabezas de los demás y parecían sombras macabras de una realidad extrema que caía como anillo al dedo con el concepto del show. Era el escenario perfecto para escuchar The rise of darkness y Damned in black.
Y como ese mismo anillo al dedo si cerrabas los ojos y dejabas que la música y las letras fueran el marco para describir nuestro país en los tiempos que corren, la semejanza era casi imposible. Y es que siguieron con Triumph:
“Es una era oscura, más oscura que los días anteriores
más oscura que todos los años que han pasado.
Es una era helada, más helada que los días anteriores
más helada que los años que han pasado
Saborea la marea donde los paisajes nos rodean con destrucción
donde se mueven siempre helados los incesantes arroyos de la sangre de nuestros enemigos”.





No hacía falta mucha comunicación (hubo muy poca, si acaso un par de “muchas gracias” con acento nórdico, y ya). Con apenas una guitarra, un bajo y una batería con doble bombo (¿se han fijado como cambia la vitalidad de sonido cuando es doble bombo y no doble pedal?) Immortal desgarró en varias ocasiones la densa neblina que provocaron desde el escenario con sus máquinas de humo. Siguieron con In my kingdom cold y ya entonces estaba más que claro que el público, en su mayoría, estaba totalñmente entregado y gozoso. Se vendieron muchísimas chelas, tantas que se acabaron antes ellas que el concierto mismo. Y se notó, varios dejaron salir su “bestia black metalera” del interior y aventaron todo tipo de cosas a los demás y en alguina que otra ocasión, a la banda. Voló más cerveza que en ningún concierto de este año. Volaron vasos y hubieran volado más cosas de haberse permitido el acceso sin revisión. Era de esperarse.
Tyrants y Call of the wintermoon y todas las rolas de la noche se acompañaron por 2 mil 500 puños en alto que coreaban el clásico “hey hey hey” sin que nadie lo pidiera. Buen síntoma porque significaba que todos estaban compenetrados en el show, que todos o la mayoría disfrutaban lo mucho que se escuchaba y lo poco que se veía. Para entonces, la Castañita y yo ya habíamos descubierto que del costado izquierdo viendo de frente el escenario la vista y el sonido mejoraban considerablemente. Pocos sacudían el cráneo, era más un espectáculo de ver a cientos de personas ensimismadas, con la mirada fija en el escenario y sin embargo claramente entretenidos. Es edecir, la mayoría de la gente se movía poco, pero estaba totalmente metida en el concierto, y es que Immortal puede tocar atascado como lo había demostrado con Wintermoon o puede hacerlo con melodía y gran técnica, a pesar de ser sólo tres personas y no usar teclados, como lo demostraron en Mountains of might y sobre todo en Hordes to war (las tocaron de manera inversa, primero Hordes y luego Mountains). Y si la gira se llama Battles in the south, la leyenda comenzó con Battles in the north, y el clamor del público era, otra vez, muestra de que los noruegos estaban cumpliendo con la expectativa que creció durante diez largos años de ausencia en México.





Cerraron con el clásico Blashyrkh (Mighty ravendark). Maldad pura, aunque sea a nivel artístico, porque en cada oportunidad que tuvieron agradecieron el cariño de la gente, si bien no con palabras, sí con gestos. En entrevista con Arritmia, Demonaz había dicho que tocarían un set list especial para la ocasión, para reponer esos diez años de ausencia, y cumplieron. No hubo uno solo de sus ocho discos que no fuera atendido. Ya pasaba de una hora y cuarto el concierto y la neblina seguía presente, aunque no tanto como para disimular el regreso del trío para el encoré. A algunos no les gustó el detalle, pero Abbath salió con un enorme sombrero charro puesto, una especie de mudo agradecimiento, una forma de respeto. Lo han hecho muchos y lo hacen porque ellos lo ven como un símbolo nacional, no como algo naco o chabacano. Se lo tuvo que quitar porque Withstand the fall of time así lo demandaba, ni modo de tocarla quietecito para que no se caiga el sobrero. Cerraron con One by one y The sun no longer rises. Y se fueron en medio de esa espesa niebla con la cual arrancaron la noche. Sin caravanas ni agradecimientos ni nada. Simplemente como sombras en la espesura de un bosque de notas musicales y gritos desgarrados, se fueron. Las luces del techo en el Circo estaban ya prendidas y nadie se movía. Quizás sería porque la neblina era tanta que no parecía que las luces estuvieran encendidas. Y así terminó una gran noche, una de metal extremo en condiciones extremas, como debe ser.






Nota aparte merecen los juarenses Evilbasher. Se reventaron nada más 28 horas de camino para estar frente a un público importante, en el escenario más importante (valga la redundancia) del metal en México. Su juventud y su determinación, junto con una evidente calidad los sacaron adelante frente a una audiencia que de inicio, se manifestó bastante hostil. Una vez más, era de esperarse. En el camerino me dijeron que estaban preparados para todo, aunque al final de la primera rola, cuando un coro grande que gritaba “a la verga” demostró que nu8nca estás listo para todo jaja. Y sin embargo no decayeron en ánimos, al contrario, se dedicaron a tocar, a ofrecer lo suyo antes cerca de 1, 500 personas, la audiencia más grande que habían tenido hasta esa noche. Y sí, lo hecho en México está bien hecho. Felicidades a ellos por el esfuerzo, por lograr cambiar los insultos del inicio por aplausos al final, por su determinación y por haber sacado adelante un gran reto. No cualquiera es escogido por Immortal mismo para telonear, así que de mi parte sólo queda, una vez más, felicitarlos.










Todas las fotos son de Germán García "Gallo Ibérico".