Sobre Dio.

Ahora que se puso de moda que algunos ex músicos de Dio hablan mal de él; ahora justo que él ya no está y es muy fácil llamarlo cobarde, como hizo Jimmy Bain (sí, lo sé, ¿quién carajos es Jimmy Bain?) en Sangre de Metal yo prefiero recordarlo por lo que realmente importa: su voz, su talento, su carisma y su innegable aporte al mundo del metal. Afortunadamente lo vi varias veces: con Sabbath en el Palacio; con Dio en Wacken y en el Circo Volador y el Salón 21; con Heaven and Hell en Wacken y en el Auditorio Nacional; con Deep Purple en el Auditorio Nacional. Hace algún tiempo co escribí con Arthur Allan Gore un libro que se llama Tormenta de Sangre. Es un compilado de anécdotas suyas y mías. Una de las que escribí fue justamente con Dio. No creo que haga daño ponerla en el blog ahora que se cumplen dos años de su fallecimiento. Sin más, la comparto: “Tú no eres nadie para decirme cuando firmar autógrafos y cuando no, ni a quién sí o a quien no”. Esas fueron las primeras palabras que me dirigió el finado Ronnie James Dio cuando lo conocí.
Mi trabajo en la oficina de prensa de Ocesa me puso aquella tarde en presencia del pequeño gigante. Venía como invitado de Deep Purple a cantar cuatro canciones, en el Auditorio Nacional. Eran tiempos en que las conferencias de prensa no eran sucesos aislados, sucedían con cierta regularidad, sobre todo en conciertos de bandas legendarias, esas que no se andan con tonterías y saben que la prensa puede ser un aliado en la promoción de sus eventos. La cita fue, si la memoria no me falla, en algún salón del entonces Hotel Presidente Chapultepec. Se congregaron muchos reporteros, pero también había entre la concurrencia varias personas que más bien eran fans.
La que entonces era jefa de prensa, una excelente persona y gran jefa me dijo tajante: “güerito, cuando acabe la conferencia te plantas ahí en la mesa para que no se llene de fans. Son reporteros, vienen a trabajar y no a tomarse fotos o pedir autógrafos”. Si se mira desde la perspectiva profesional, no le faltaba razón. Una conferencia de prensa es eso, y se debe respetar su formato. Además, es muy común que los mismos artistas huyan escudados en sus agentes de seguridad ante la avalancha de personas que suelen cazar firmas y fotos.
La conferencia fue todo un suceso en sí misma. Varias veces surgieron preguntas sobre Ritchie Blackmore, a lo que Ian Gillan (cantante de Deep Purple y personaje antagónico por naturaleza de Blackmore; la razón por la cual el guitarrista dejó la banda en dos ocasiones) contestaba cada vez con peor ánimo: “no quiero hablar más de él, no está en la banda y no es relevante”, decía. El que salió al quite fue Dio. Detrás de su taza de café que enmarcaba su rostro amable y su incipiente calvicie delantera intervino por fin en la charla. No recuerdo las palabras exactas que usó, pero dijo algo en el sentido de “yo trabajé con Ritchie. Lo saben, ¿no? Trabajamos juntos en Rainbow, es un gran guitarrista, de los mejores del mundo. Sin embargo ya no está más con Purple. Hoy está Steve (Morse) quien además de gran persona es un excelente guitarrista. No le pide nada a nadie, así que tal vez en lugar de preguntar sobre alguien que no está en la banda deberían enfocarse en quien sí está”. Mini discurso digno de la leyenda que ya en ese entonces representaba Ronnie James.
Ya en el concierto, su presencia fue de cierta manera histórica. Cantó cuatro temas con Deep Purple como banda instrumental detrás de él. Fue mágico ver a Jon Lord leer las notas de Rainbow in the dark y trasladarlas con sus dedos al teclado, por ejemplo. Pero aquella tarde de conferencia de prensa, yo no tenía tan claro lo que representaba el pequeño gigante. Cuando la ronda de preguntas y respuestas concluyó, y como era costumbre, varios reporteros y sujetos de dudosa procedencia (fans que en teoría nada tenían que hacer ahí) se acercaron a la mesa. Gillan por ejemplo salió volando hacia la comodidad de una antesala ubicada en otro salón, de acceso restringido para la gente. En ese momento puse mi cara de gorila imbécil y comencé a decirle a la gente que se tenían que retirar. Supongo que en buena medida eso acarreó miradas de descontento hacia mi persona, pero al final del día, esa era la instrucción que recibí.
La seguridad del hotel acompañó a los músicos a la mencionada antesala. Ahí me acerqué a Dio y le dije con una estúpida sonrisa. “qué joda con esto de los autógrafos ¿no? Lo bueno es que ya quite a todos para que usted descanse”. La mirada con la que me atendió no se me va a olvidar jamás. No era odio, pero si una especie de desprecio que acompañó con las oraciones mencionadas al principio de este texto. No podía creer que se hubiera enojado conmigo, lo único que hice fue quitarle de encima a los mole4stos caza autógrafos.
Mi decepción era grande. Me encontré entonces a Steve Morse, quien atestiguó todo. Se acercó y me dijo, palabras más, palabras menos: “Hey, debes entender a Ronnie. Su tono fue fuerte pero jamás querría ofenderte. Lo que pasa es que él está totalmente dedicado a sus fans, sean reporteros o no. Él, nosotros nos debemos a ellos y para él eso es lo más importante. La próxima vez piensa antes de actuar, si ves al artista amable y firmando, es que está a gusto. Cuando nos incomodamos simplemente nos hacemos a un lado. Ánimo”.
Vaya lección. La primera vez que fui al Wacken Open Air, en Alemania, una de las bandas que más me atraía era justamente Dio. Creí que nunca lo vería en México (lo de Purple, reitero, fue una ocasión especial) y la oportunidad se presentaba de verlo allá. Al terminar su concierto ofreció una firma de autógrafos. Normalmente dichos eventos duran entre 30 y 45 minutos. La fila era larguísima. Casi dos horas más tarde se veía del mismo tamaño. Supe entonces porque me lo dijo una de las encargadas de prensa del festival, que Dio había dicho que firmaría hasta que el último en la fila fuera atendido, tomara el tiempo que fuera. La organización decidió entonces cerrar la fila. Y sí, Dio firmó y saludó a todos y cada uno de sus fans esa noche. Me volví a sentir estúpido.
Meses más tarde finalmente vino a México. Tuve la oportunidad de verlo en el backstage. Estaba preocupado por algo, discutiendo con alguien de su entorno. Decidí quedarme por ahí, sin estorbar mucho pero pendiente de que se desocupara para saludarlo. Se debe haber dado cuenta de mi actitud porque le dijo a su interlocutor que lo esperara un momento. Dio unos pasos al frente y me extendió la mano: “Hola, soy Ronnie Dio, ¿quién eres tú?” Me presenté y platicamos como cinco minutos. Le dije que había ido a Wacken y ahí lo ví, que me había fascinado la presentación. “Bueno, teníamos poco tiempo para tocar, acá va a estar mejor”. Luego abrió grandes los ojos y me dijo. “¿de verdad fuiste hasta allá para vernos? No sabes lo mucho que eso me halaga, por eso amo a mis fans”. Intercambiamos alguna cosa más, se despidió amablemente de mí con un “debo regresar con la persona que estaba” y nunca más lo vi. No importa, una de las leyendas en torno a él era su prodigiosa memoria. Afortunadamente no me reconoció de aquél penoso incidente en la conferencia, y si lo hizo no lo demostró. Me trató como si fuéramos amigos de siempre. Muchos, muchísimos grandes del metal lo dijeron cuando murió, se tomaba el tiempo de atenderte y hacerte sentir parte de su entorno cercano. Es cierto, y hoy puedo agradecerle a la vida que me diera la oportunidad de vivir esos dos momentos con él. Hoy, Ronnie James queda en la memoria histórica como uno de los mejores (si no el mejor) cantantes de todos los tiempos. Descansa en paz y gracias por la anécdota, maestro, hoy eres un arcoíris en la oscuridad. [Fin del relato] Qué pena que alguien que no es nadie como Jimmy Bain lo llame cobarde ahora que no está. Es trsiste y patético. Pero así es este mundo, también. Migraña en "varios anuncios próximos" mode.