sábado, noviembre 03, 2018

Happy happy Helloween, reseña.


Cuando la noche le pertenece a una banda es difícil que los invitados brillen, ´por más que sean pesos pesados. En la noche de las calabazas reunidas el estatus de invitados le correspondió a Kreator y Arch Enemy, lo cual en el papel no era cualquier cosa.
Con puntualidad perfecta, a las 8 de la noche comenzó la máquina alemana de thrash. En algún momento de la noche pude saludar al promotor del show y recordé que alguna vez, platicando, me dijo que Mille Petroza tenía una ética de trabajo interesante y que sabía que al ser el responsable de la marca Kreator, aunque fuera en su casa, debía trabajar todos los días para mantenerla vigente. Ya fuera contestar mails, o revisar diseños, o contratos o lo que fuera, cada día se sienta en su compu y trabaja en la marca. Cuando no lo hace así es porque está de gira o porque trabaja aspectos musicales. Bueno, eso es algo que se nota. Kreator es una máquina perfectamente bien trabajada, precisa y ciertamente brutal.
Independientemente de las opiniones que giran en torno a si debía o no tocar como banda uno en el cartel de tres, lo ciertos es que tenían una hora para mostrarse (lo mismo que tuvo Arch Enemy y razón por la cual me parece irrelevante el orden). Con eso en mente no tardaron nada en poner las cosas en su lugar y arrancaron con “Phantom Antichrist” y “Hail to the Gods”, sencillos de sus dos más recientes discos en estudio. Apenas con esos dos temas ya habían dejado claro que la descripción que hizo de ellos el sitio All About The Rock no está distante de la realidad: “el thrash metal pudo haber nacido en el área de la bahía de San Francisco pero fue perfeccionado en Essen”.
Como tercer cañonazo se dejaron ir con “Enemy of God”. Ya para ese momento quedaba claro que si bien había mucha gente que disfrutaba a los teutones, no los veían más allá de una buena banda abridora. Excelente respuesta en general de la audiencia pero muy lejana a los brutales mosh pits que se han vivido en el Circo Volador por ejemplo. Y no es crítica, es meramente una observación. Siguieron con “Satan is Real” y “Civilization Collapse”, lo cual significaba ya que a la mitad de su set sólo habían recorrido material de sus cuatro discos más recientes.
Los que esperaban más material viejo (mismos que mencionan en redes que a pesar de lo brutal del show, no estaban totalmente satisfechos con las canciones escogidas) tuvieron su primer gran guiño con “Phobia”, aunque lo siguiente fueron “Gods of Violence” y “Hordes of Chaos”, dos temas más bien recientes. El cierre llegó con “Violent Revolution” y la infaltable “¨Pleasure to Kill”. Diez temas, 60 minutos y una selección de temas que bien podría entenderse desde la perspectiva “negocio” que rodea a las bandas: al ser invitados y no estelares y tener una hora para tocar y no más, la decisión fue irse por los sencillos de los cinco discos más recientes y acercarse a lo más viejo sólo con los temas que de plano nunca faltan. De esa manera es más fácil llegarle al público que no los conoce o que por lo menos no es fan clavado. Durante buena parte del show se vieron explosiones de vapor que agregaron un tono clásico a su presentación. Hubo un par de ocasiones en que incluso las exhalaciones coincidían con el ritmo del riff, lo cual denota una vez más (al igual que algunas coreografías por ejemplo) que se trata de una banda trabajada. Excelente presentación.





Una vez más con gran puntualidad, con apenas dos o tres minutos de retraso empezó Arch Enemy. Honestamente vi poco. Es una banda con una gran capacidad para el death melódico pero los he visto varias veces y nunca he terminado de engancharme. Tocaron “The world is yours”, “Ravenous”, “War Eternal”, “My Apocalypse”, “The Race”, “You will know my name” (que fue la más ovacionada), “The Eagle Flies Alone”, “First Day in Hell”, “As The Pages Burn”, “We Will Rise” y “Nemesis”.
Sin quitarle ningún mérito a su trayectoria y bajo el entendido de que para nada le fue indiferente al público, sí pareció que de las dos invitadas, ésta era la banda menos coherente dentro del cartel. Se ganaron el corazón y los aplausos de un buen sector del público, sobre todo el más joven, pero era un sector minoritario.
Alissa White-Glutz, eso sí, cada vez se nota más cómoda como frontwoman de la banda y sin suponer que poseo dotes de síquico y que leo mentes, da la impresión de que finalmente ya es ella misma en el escenario y que ha dejado atrás el estigma de sustituir a Angela Gossow. Ha pasado de ser una cantante que lucha por encontrar su sitio a ser el personaje central de la banda y capturar la atención de la gente por su capacidad de engancharlos más que por su atractivo físico.





Pero la noche no era ni de Kreator ni de Arch Enemy, era de Helloween.
Yo crecí con Helloween. Y con Maiden y Priest y Metal Church y Overkill y muchas más, pero las calabazas siempre han sido una de mis bandas favoritas. Fue por verlos a ellos que fui al Circo Volador por primera vez, allá en 1998 y ha sido una banda que he seguido desde mediados de los 80, cuando supe que existía. Los he visto en vivo varias veces, ya me había tocado verlos con Kai Hansen de invitado en dos o tres rolas pero el concepto Punpkins United se me había escapado.
Hace muchos conciertos que no se me enchinaba la piel y se me salían algunas lágrimas y muchos más en que no sucedían ambas cosas. Esa noche en la Arena Ciudad de México sucedieron ambas cosas, varias veces.
El escenario estaba cubierto por una tela semi transparente con el logo cruzado a todo lo largo, justo a la mitad. Así, cuando las luces se apagaron y los músicos salieron uno por uno el rugido de la gente fue espectacular. Y arrancaron con “Halloween”, nada más. Ver ahí a tres de los cinco iniciadores de la banda, más el cantante que llegó un poco después pero que lo hizo para ponerle su mágico timbre de voz a los Keeper of the Seven Keys provocó mi primer erizamiento de piel. Hansen, Weikath, Grosskopf y Kiske juntos ante mis ojos por primera vez. Y no se debe olvidar por supuesto a Dani Löble en la batería, Sascha Gerstner en la guitarra y por supuesto Andi Deris en la voz. Pero hay tiempo suficiente para hablar de ellos y el concepto Pumpkins United. De entrada, para alguien que no había atestiguado este concierto antes era inevitable fijar la vista en los primeros cuatro mencionados y recordar y volver a vivir la adolescencia y recordar y sentir como fluía la magia que me habían hecho sentir hace más de 30 años y recordar; y recordar.

Arrancar con Halloween me pareció un movimiento muy acertado. Dura lo suficiente para que uno como espectador tenga tiempo de asimilar todo lo que sucede en el escenario, es parte de uno de sus más grandes discos y manda el mensaje de que la banda va por todas las canicas y que no jugará a la defensiva. También es un tema que deja bien claro por donde irá el resto de la noche, con Hansen, Weikath y Gerstner siempre presentes, con un ataque a tres guitarras en el que se nota en cada momento que son tres. Es decir, además de los gloriosos solos duales entre Hansen y Weikath, esos que hicieron que Helloween se desmarcara del resto de las bandas de su generación que tocaban speed metal, están siempre presentes, la tercera guitarra siempre toca o el riff base de la canción o alguna melodía que acompañe, pero nunca se queda en silencio. Luego estaba el juego de versos entre Deris y Kiske. Es tal vez la mejor solución para no caer en lo obvio que hubiera sido dividir el show en temas era Kiske y temas era Deris, que cada quien cantara lo suyo y listo. No, aquí los dos intercambiaban versos y armonizaban, sobre todo en algunas notas altas, en lo que fue verdaderamente un espectáculo sin precedentes para mí. Porque no es lo mismo tener una banda que ofrezca dos voces siempre, como Lacuna Coil por ejemplo, que arreglar la música para que dos cantantes interactúen en lo que originalmente estaba planeado para una sola voz.
Después de ese arranque se les hubiera perdonado todo, y en mi caso, así fue. “Dr Stein” nunca ha sido de mis temas favoritos, aunque parece que a ellos les gusta tocarla. Pero en esta ocasión me encontré cantando, disfrutando la bobada de letra, sonriendo con las animaciones proyectadas en la pantalla que tenían de fondo y con el dilema de no saber hacia donde mirar: ¿debo buscar a Kiske y concentrarme en su voz y recordar esos años de adolescencia; debo buscar a Hansen y Weikath y ver como interactúan? Porque al final del día a ese par le falta reconocimiento. Mucho se habla de otras bandas de aquella época, o de cinco o seis años antes y se deja de lado lo que esos dos crearon en su momento. Pero Helloween es así, tiene temas como “Dr. Stein” para alivianar la oscuridad que de repente se yergue sobre el mundo, y está bien.

Las primeras lágrimas llegaron con “March of time”. Mi tema favorito de Helloween y el contraste perfecto: mientras uno de los versos dice “la vida es muy corta para llorar, pero suficientemente larga para intentar”, para mí la noche parecía muy corta así que llorar no parecía nada malo. Y probablemente Kiske no sea ya el enorme cantante que era, pero tampoco es que esté tirado al suelo para que se le pase por encima. Uno crece con ciertas bandas, con ciertas canciones y les guarda enorme cariño, así como las conoció. Es mi caso. Por una parte, me encantaba ver que Kiske y Deris intercambiaran versos, porque Deris ha hecho un trabajo soberbio desde hace casi un cuarto de siglo, pero escuchar a Kiske cantar ese tema era casi como sentir el calor de la caricia de un ser amado que no veías hace tiempo. “Hours of lust, hours of tears passing by before my eyes. Today, tomorrow, yesterday... One life”. Creces y ciertos conceptos cambian, pero también creces y aquellas canciones que marcaron tu vida, aquellas letras que significaron algo entonces significan algo diferente hoy, pero significan, se vuelven parte de ti, de tu construcción como ser humano. “No more wasted years, no more wasted tears, life's too short to cry, long enough to try. Time marches” El secreto está en no abandonar a quien eras por quien quiera que seas, y si lo logras, esas canciones del ayer nunca dejan de ser importantes. Y en este caso la tocaban cuatro de los 5 originales. Increíble.
Pero Helloween tiene 34 años de historia y en ella han participado varios músicos. Y es una banda vigente, que aún saca discos, que busca llegar a nuevas audiencias y que mantiene un espíritu de amabilidad en sus letras, aunque conlleven crítica, como en “Are you metal?”. Y ahí Deris tuvo su oportunidad de recibir el aplauso que tiene bien merecido. Además es un gran frontman. Carismático desde siempre y con una voz que a muchos fans de la banda les convence más que incluso la de Kiske, tiene a su favor además un dominio excelso del español.

Si Detis y Kiske van a compartir versos en las rolas de los Keepers y el Walls of Jericho, ¿por qué no hacerlo en las demás? “Perfect Gentleman” es un tema que la banda ha tocado más de 100 veces desde 1994 así que no podía faltar en esa noche cargada de magia que, por cierto, también en su turno arrancó casi perfecto en cuanto a horarios, pues estaba anunciado a las 11 de la noche y empezó tres minutos después.
Pero Kai Hansen es el creador de varios de los grandes temas de la banda, y además era el cantante, al igual que lo fue por muchos años en Gamma Ray. Como guitarrista y compositor no ha perdido el toque y eso lo demuestran los once discos que ha hecho con Gamma Ray, en los cuales ha escrito o coescrito el 90% de los temas. ¿Cómo cantante? Bueno, la dificultad de tocar lo que Helloween componía y cantar al mismo tiempo lo llevó a dejar esa ocupación para que llegara Kiske, pero eso no quita que con su voz se grabaron algunas piezas clásicas y entrañables para los fans de las calabazas metaleras, así que también él tuvo su momento propio en el que interpretó una especie de popurrí con fragmentos largos de “Starlight”, “Ride the Sky” (que me volvió a erizar la piel y a sacar lágrimas que impedían cantar) y “Judas”. Si el show hubiera concluido ahí no hubiera habido queja alguna. Para ese momento ya había pasado de todo un poco en cuanto a la banda y su legado se refiere, pero apenas iba la mitad.
También es importante vivir estas experiencias con alguna o algunas personas que signifiquen algo en tu vida, y en mi caso así fue. Es el tipo de concierto en el que casi no quitas la mirada del escenario y no pierdes la concentración, pero voltear de repente y ver recordar que te acompaña alguien importante para ti hace que todo sea aún más disfrutable, y si esa persona también está enganchada con el show, más.
“Heavy metal (is the law)”. Esa misma semana tuve una junta en Hell Radio y aunque nada tiene que ver con el concierto, uno de los puntos que discutimos es que, si no eres metalero, no sabrás comunicarte con los metaleros: “White heat. Red hot. Mayhem. If you don't feel it you won't understand”. Y luego claro, Helloween tiene alguna que otra balada excelsa. En el 2003 y 2011 por ejemplo tocaron “Forever and one (Neverland”, en 2006 el otro del concierto fue “Light the Universe”, pero en 2008, 2017 y en esta ocasión la elegida fue “A Tale That Wasn´t Right”, otro enorme momento para disfrutar de la voz original que cantaba la canción y la de quien llevó a la banda en los años posteriores. Finalmente y después de todo, el concepto se llama Pumpkins United por una razón y, como lo comenté antes, la idea de que todos participen prácticamente en todo el concierto, sin quitar nada, es lo que lo hace tan especial. Por eso crearon “Pumpkins United, la canción, que fue la que sonó después de la gloriosa balada del Keeper 1. Esa fue la única parte del concierto (bueno, esa y los encores) en que la gente bajó un poco la intensidad de su respuesta. La canción no es mala pero tampoco es lo mejor que pueden dar, sin embargo se entiende que la toquen y se agradece que se tomaran la molestia de crear algo nuevo ya dentro de este concepto. Luego vino el solo de batería y el tributo al caído Ingo Schwichtenberg. En la pantalla de fondo se proyectaban imágenes de Ingo mientras Löble tocaba réplicas del solo original que tocaba Ingo. Esa fue otra de las partes un poco bizarras en cuanto al público ya que antes de tocar el tributo a Ingo, Löble comenzó con un solo propio. Lo bizarro era que tocaba algún patrón, levantaba las baquetas en señal inequívoca de que lo tocaba al público gritar el clásico “hey”, pero nunca sucedió. Fueron tres o cuatro intentos hasta que le quedó claro que no sucedería. Nunca supe si fue que la gente no quería un solo de batería o simplemente la mayoría no tenía el concepto de que detener el patrón en los tambores y levantar las baquetas era una señal.

En fin, concluido el solo, lo siguiente fue tocar parte de “Livin’ ain’t no crime”, un bonus track del Keeper 2 para dar pie a “A Little Time”, otra que hizo que los cerca de diez mil congregados en la arena gritaran como si fuesen el doble.
Llegó el momento de revisitar el conceptual The Time of the Oath y para hacerlo escogieron uno de los tres sencillos que salieron de aquella placa, “Power”. Después vino otra larga y clásica, “How Many Tears”, misma que Deris describió como la primera que había escuchado de Helloween “cuando apenas era un niño” y otra más que ha acompañado las presentaciones de la banda en la mayor parte de su carrera ya que ha sido tocada en vivo más de 300 veces. Ya para entonces se presentía que el final estaba cerca pero faltaban varios clásicos así que no quedaba más que esperar a ver con que cañonazo seguiría la noche. Eso al menos en la mente de algunos que, como yo, preferimos no investigar que tocó la banda en sus fechas previas porque eso rompe la magia y la sorpresa, y eso es parte del problema mencionado de los encores. Si bien se sabe que cuando la banda se despide lo más probable es que regrese por más, también es común que la gente invite a la banda a que regrese ya sea con chiflidos, aplausos, ruido o cánticos. En este caso no hubo nada de eso. Sí, había algo de ruido; sí, hubo algunos esbozos de cántico (y eso que lo más obvio era cantar el clásico happy happy helloween) pero nunca llegó a ser un encore clásico y mucho menos uno que correspondiera con el pedazo de concierto que se había vivido hasta el momento. No es la primera vez que me toca vivir ese tipo de situación y me parece muy triste. Aún cuando se sabe que la banda va a regresar, ´parte de la magia es pretender que pudiera no ser así y entonces hacer ruido.
Como sea, la banda regresó para regalar “Eagle Fly Free” y dejar que el público cantara parte del coro. Y a juzgar por como se escuchaba, no era una audiencia cansada, en todo caso sería una audiencia un poco cínica que simplemente no tenía ganas de entrarle al juego del encore. Ya habían pasado dos horas de concierto pero mi piel no parecía perder el ánimo y se volvió a enchinar. ¡Carajo, cuatro quintas partes de quienes escribieron y grabaron esa canción estaban frente a mi por primera vez! No era para menos. Inmediatamente después de Eagle comenzó “Keeper of the Seven Keys”. Finalmente sólo fue una parte, un esbozo, un guiño que por lo menos a mi dejó casi como si hubiera vivido un coitus interruptus, pero que fue salvado por la manera de presentar a la banda por parte de Kai Hansen. A cada uno lo presentó de manera simpática y luego dejó un espacio para que Sascha estuviera sólo frente a la audiencia. Su trabajo durante todo el concierto fue excepcional porque fue gracias a él que se sintió el poder de las tres guitarras. Él puso la cama musical en cada ocasión que Weikath y Hansen tocaron solos gemelos y tocó los suyos también mientras los otros dos tocaban al unísono algún riff. Ese fue uno de los detalles que más emoción me causaron, el ver que de verdad han trabajado el show, lo han arreglado para que cada pieza cumpla una función importante, para que nadie sobre o deba salir de escena porque no tiene cabida o para que nadie deba buscar como entretenerse mientras los demás tocan porque no sabe que más hacer. Sascha fue una presencia vital porque, alejado del reflector permitió que sus dos compañeros se bañaran de luz.


El final definitivo llegó con “Future World”, en la cual soltaron enormes pelotas naranjas con motivos tipo calabaza y por supuesto “I Want Out”, la cual concluyó con una enorme explosión de papelitos blancos en forma de flor que bañaron la pista de la Arena.
Esa fue una de las mejores noches de mi vida como asistente a conciertos. Si bien Kiss es en mi vida tan importante que ni siquiera lo tomo como parte de mi top 5, Helloween es parte de ese top y aunque jamás me he sentido decepcionado por alguno de sus conciertos, el de anoche simplemente no tiene comparación. Fue una de las noches más emotivas que he vivido, uno de los conciertos que más he disfrutado en 32 años de asistir a ellos y uno que me hizo sentir de 16-17 a mis 47. Un concierto prácticamente perfecto en el que el único pero sería la estúpida necedad y valemadrismo de esos que fuman en donde está prohibido hacerlo.
Una noche para recordar por siempre, y para eso es que he escrito esta reseña.



Si llegaste hasta acá, en verdad te agradezco porque sé que está largo. Espero haber logrado que sintieras algo de la emoción que sentí yo.

Migraña en chamaco puberto mode on.


**Todas las fotos son de Germán García

3 comentarios:

Teresa dijo...

Perfecta descripción. Sin lugar a dudas un gran concierto.����������

Dr_Love dijo...

Como? No fuiste el año pasado?

Tache!!!

Jejeje just kidding...

Sentimientos parecidos tuve hace un año, y por lo que acabo de leer el set fue prácticamente el mismo.

Muy buena reseña.

Cheers!

Anónimo dijo...

Por una diversidad de temas, siempre es necesario saber y aprender de otros estilos y formas de pensar….excelente y adelante viva la música en todas sus expresiones ..
Fabiana