lunes, mayo 06, 2019

¿Un último beso? Kiss en Domination, reseña


“¿Por qué se fue, por qué murió, por qué el señor me la quitó? Se ha ido al cielo y para poder ir yo, debo también ser bueno para estar con mi amor” Así va la letra en español de ese clásico de Wayne Cochran, inmortalizado en México por Los Apson. Aquí nadie ha muerto, pero se supone que el del viernes en el Autódromo Hermanos Rodríguez fue el último concierto de Kiss en México, y eso ha levantado cualquier cantidad de comentarios y especulaciones que van de polo a polo en el espectro del opinómetro de los rockeros mexicanos. Así, lo que a continuación se exprese es justo eso, una opinión de un rockero mexicano que, de paso, es Kissero a muerte.
Yo soy quien soy en buena medida gracias a Kiss. Siempre lo digo y no es exageración. Obviamente soy quien soy gracias a mis papás, los mejores que hay, a mis amigos, familia, escuela y demás. Pero Chico Migraña, el niño y luego adolescente que se convirtió en lo que ese apodo representa, nació de la mano de Kiss. El metalero que soy es 100% gracias a Kiss, a que leía las revistas nacionales y gringas desde los 12 o 13 años porque salían ellos en la portada y entonces, además, leía de bandas cuyos discos estaban en la colección de uno de mis primos o en los relatos de algunos de mis tíos: que si Black Sabbath o Led Zeppelin o más adelante que si Celtic Frost o Alice Cooper o los Scorpions. Y como me enseñó Kiss, fui autodidacta. No sabía que significaban los botones “bass” y “treble” en el estéreo de mis papás, medio entendía inglés pero no lo suficiente para captar bien las letras de la banda, así que mascullaba mis propias versiones de “Beth” y “Love Gun”. Luego, más adelante, entendía mucho mejor inglés y sabía que en el Chopo podía conseguir versiones hechas en máquina de escribir de las mismas, así que las cantaba mejor, y más adelante, con la llegada del CD, los discos empezaron a traerlas impresas. Ya para cuando llegó a mi vida la internet, me las sabía prácticamente todas.
Y peleé. Muchas veces. Discutí, me enojé, me agarré a golpes porque la gente me criticaba por escuchar a Kiss. Iba en el Olinca, una escuela fifí para usar términos de moda, pero yo no era un fifí, no encajaba, y además escuchaba a Kiss: era un pobre naco.

Cuando nacieron mis hijos decidí que no trataría de influenciar sus gustos musicales. Trataría de que la música fuera parte de sus vidas, eso sí, pero serían libres de escuchar lo que quisieran. Y claro, ninguno de los dos salió rockero, pero con el paso de los años, ambos fueron mostrando interés por eso que me apasiona tanto, y por lo menos lo escuchan sin hacer muecas. Sobre todo Samantha, mi hija. Por eso la invité. Quería que viera y experimentara lo que marcó mi vida de manera tan profunda. Y se la pasó bien.
“Y Jane (así, como Yein) Simmons todavía saca la lengua?” preguntaba mi Mamá. “¡Siguen siendo los mismos de cuando eras chico?” preguntaba mi Papá. “Supe que vinieron, ¡los fuiste a ver?” me preguntó mi hermano. Y bueno, es curioso porque esa noche, a minutos de que empezara el show, Samantha me preguntó las dos preguntas de mis papás: “espera y verás” le dije.
La manta monumental con fondo negro y letras plateadas se levantó sólo para cubrir el escenario y dejarnos escuchar el mítico “All right Mexico City, you wanted the best, you got the best, the hottest band in the world, Kiss”. Lo sabíamos todos, lo coreamos todos, nos emocionamos todos.

Confieso que por primera vez en mi vida vi el concierto desde una zona VIP. La última vez de Kiss en México en un festival fue Hell and Heaven y lo vi desde general, lo cual no me causa mayor apuro. Lo malo aquella vez fue que no había bocinas llamadas delay, las que se colocan a la altura de la división entre preferente y general, así que el audio para mí fue infame. Es por eso que entiendo a los que se quejan del audio de Domination (no sólo con Kiss), porque lo he vivido. Sin embargo, excepto algún detalle con la guitarra de Tommy y lo que para mi era un volumen un poquito más debajo de lo deseado, desde donde yo estuve se escuchó muy bien. Si no me quejo amargamente y no hago berrinche es porque, honestamente, yo no tengo quejas sobre el audio.
Kiss es de lo más importante que ha pasado en mi vida y quería vivir lo que hasta hoy es la última ocasión que los veré en México con gente que me importe mucho también. Dos personas estuvieron ahí conmigo, y no hacía falta nadie más. Luego, claro, están los personajes que uno se topa por ahí y que hacen que además te diviertas extra, así que todos, gracias por hacer de esa noche algo un poco más especial.
Esta fue también la primera vez que mi hija iba a un concierto de ese tamaño, así que parte del tiempo lo pasé pendiente de que estuviera bien, de encontrarle un huequito en el que su estatura no le impidiera ver, así que pude haberme perdido algún detalle, aunque si pasó, fue mínimo. Eso sí, estuve un poco menos concentrado, lo cual probablemente explique por qué no hubo lagrimita.
Sí, la voz de Paul es un problema, y el viernes lo fue nuevamente. Menos que otras veces, pero lo fue. Sin embargo hay que entender que tiene dos cirugías en las cuerdas vocales y 67 años de edad. Y no es pretexto, es sólo que si uno lo compara con gente de esa edad que existe en nuestro propio entorno, entenderá el enorme esfuerzo que debe requerir mantenerse en forma, y eso incluye la voz.
Sí, Tommy no tiene el carisma de Ace, pero tiene un entendimiento cabal de lo que significa la palabra profesionalismo, y aunque su rol sea más bien de imitar al Spaceman, lo hace perfectamente bien y sí, aunque le duela a los más aferrados por Ace, ya sobre el escenario, más del 70% de la gente no sabe la historia detrás del maquillaje, ni saben que es Tommy y no Ace. No superarlo depende de cada quien, pero de que cumple con su trabajo de la banda y hace soñar a miles que no conocen el detalle detrás de la historia, eso sin duda.
Finalmente hay que decir que el escenario y la pirotecnia fueron menores a lo que se ha visto en videos recientes, es cierto, pero también es justo decir que lo que ofrecieron fue todo lo que los fans esperamos, y los que no los habían visto nunca, jamás lo olvidarán. No sé si los años doblegan el ánimo de peleador que hay en mí, pero no tengo queja. No es conformismo, es saber que después de haber visto cientos, tal vez miles de conciertos, los de Kiss se mantienen ahí como algunos de los más espectaculares que existen. La medida en todo caso debería ser contrastarlo contra ellos mismos, y aún así, lo que montaron en Domination fue memorable.
Musicalmente hablando, la banda nuevamente sacó a relucir lo bien trabajada que está. No hay momentos penosos como los de aquella gira de Psycho Circus en que el amado Ace no podía con sus ´propios solos, por ejemplo; no hay necesidad de usar triggers en la batería ni de hacer las canciones más lentas para que no se pierda la continuidad. Y eso quedó demostrado desde el arranque con “Detroit Rock City”. Una versión casi perfecta (excepto por la voz) que de inmediato calentó la sangre de los que sean que hayan ido al show, porque cifras oficiales hablan de más de 70 mil, otros dicen 60 mil, Paul dijo desde el escenario 75 mil así que, los que hayan sido.

La primera vez que los vi abrieron con “Creatures of the Night”, en 1994, y esta vez ni siquiera la tocaron. Gene, Paul y Tommy descendieron desde el techo del escenario en sendas plataformas, mientras Eric ocupaba su lugar detrás de la batería. Humo, fuego, explosiones y un clásico no de Kiss sino de la historia del hard rock, así comenzó la noche. Yo no sabía que iban a tocar ni en qué orden, no quise saberlo porque crecí en una época sin internet en la que parte de la magia era dejar que la banda te fuera sorprendiendo, para bien o para mal, con cada canción. Un camarada me decía que él tampoco había querido ver el set con antelación, lo cual significaba que por lo menos no era el único con ese sentido de aventura.
Siguieron “Shout it out loud” y “Deuce”, es decir, se arrancaron con una muestra de quién carajos es Kiss. Son el tipo de canciones con las que establecen un vínculo masivo y que permiten que luego la banda pueda aventurarse con algo menos popular, como fue “Say Yeah”. La rola está hecha para ser coreada, pero probablemente hubiera funcionado mejor en un entorno más exclusivo, en un concierto sólo de ellos. Como sea, para mi fue una gratísima sorpresa.
Siguieron “I Love It Loud” y “Heaven´s on Fire”, esta última obviamente sin el grito de introducción, imposible para un Paul que, con toda honestidad, en ningún momento me dio motivos para pensar que traía voces grabadas. Lo siguiente fue también una sorpresa. “War Machine” fue la canción destinada para el acto de fuego de Gene Simmons. No es la primera vez que lo hace en México en ese tema, pero yo hubiera imaginado que fuera en “Firehouse”. La verdad es que War es de esas canciones que siempre caen bien en el set, es pesada, medio oscura y siempre bienvenida.
Siguieron “Lick it up” y “Dr. Love”, dos de las infaltables en cada set, pero si se le echa un ojo al set hasta ahora, iba bastante variado y emotivo. El concierto estaba planeado para dos horas y eso abría la oportunidad para algunas canciones que no siempre suenan, como “100 000 Years”, misma que no tocaban acá desde 2010 y que permitió recordar la versión Alive!, con solo del gran Eric Singer incluido.

Una vez más, lo que siguió no fue necesariamente una sorpresa porque “Cold Gin” es de las que suelen tocar siempre, sólo que ahora fue la usada por Tommy para disparar cohetes contra las luces y hacerlas explotar. Eso solía suceder durante parte de “Shock Me”, una que, por cierto, en esta ocasión, no tocaron. Y en relación a Cold Gin y sólo a nivel anécdota, la madrugada del sábado en Casa en Llamas (estudio de grabación) se hizo realidad. Los Voltax, el staff y yo bebimos ginebra helada directo de la botella para celebrar el día, y yo, además, para celebrar a mi banda favorita. Y claro, hay que ser honestos, no es mi bebida favorita. Y menos sin el filtro de una bebida extra como refresco o agua quina.
Para ese momento faltaban aún los momentos cumbre de Paul y Gene. El turno fue para e Demonio que, con ayuda de un juego de rayos láser que dieron un toque totalmente vieja escuela se dejó ir con su número de escupir sangre para luego cantar el clásico (escrito por Paul, por cierto) “God of Thunder”. Y sí, lo ves ahí arriba y regresas a la infancia, al miedo que daba verlo en la portada del Alive II por todas las historias que, como niño, uno se creía. Que si tenía lengua de vaca, que mataba pollitos en el escenario con los dientes de sus botas, que si bebía sangre de cabra y luego la vomitaba en el escenario… mitos de la era previa al internet.
Lo siguiente fueron otro par de agradables sorpresas en la forma de “¨Psycho Circus” y “Let Me Go Rock and Roll”. Por lo menos Psycho yo no la tenía presupuestada, y mucho menos el tener cerca a alguien que me haría recordar la caja con video VHS y lentes 3D que se vendía cuando salió el disco. La segunda, bueno, para mí la parte instrumental de la mitad de la canción hacia el final es de lo más memorable que ha escrito la banda. No sé qué tanto mérito musical tiene o no, pero siempre me ha parecido fantástico, y cada vez que la han tocado ha sido un sentimiento de belleza pura y satisfacción completa. Esta vez no fue la excepción.
El momento cumbre de Paul llegaría a continuación, y vaya que lo tenía bien merecido. Fue él quien se echó la banda al hombro en los difíciles años 80, el que ha mantenido viva la leyenda cuando Gene se distrajo con Hollywood, cuando las ventas de entradas no eran ni siquiera decentes y ahora que de nuevo gozan de enorme éxito. “Love Gun” no sólo es su canción sino su reflejo, es rock and roll con la influencia de Zeppelin y The Who, no los Beatles como sería el caso de Gene. En vivo es el momento en el que todas las miradas se posan sobre él porque se sube a un arnés, vuela por encima de la audiencia y se posa sobre una plataforma en la estructura destinada para resguardar la consola de audio, sólo que esta vez no se pudo. Así son los conciertos en vivo, hay imponderables y en el caso de Kiss, el más visible fue justo ese. Afortunadamente seguía “I was made for loving you” y esa también es su canción, su momento cumbre. Además, es la canción que los miles que seguro no sabían gran cosa de la banda pero ahí estaban, conocen. Y seguro la corearon, porque se escuchaba magnífico y poderoso el coro de miles de gargantas.

Finalmente llegó el momento también para Eric Singer. Toda la noche estuve maravillado por la hermosa playera sin mangas que llevaba, con los dos leones que adornan la plataforma de la batería de Peter Criss en el interior del Alive!, estampados en ella. Para esa altura del concierto no estaba seguro de que fueran a usar el truco, pero llegó “Black Diamond” y por supuesto que se levantó el Gato por los aires y dejó ver esa misma manta, la que hemos visto desde aquel lejano 1975 y que él llevaba en su playera. Sobra decir que el momento fue sublime porque si bien la mayoría de la gente no es fan clavado que conozca la rola, éramos suficientes miles como para que el estruendo fuera atronador y muy emotivo.
Llegó el encore y al regresar, otra sorpresa. “Beth”, en voz de Eric Singer, acompañado sólo por un piano, lo cual abrió la puerta para el gran cierre, que para ir acorde con la noche, tuvo también su sorpresa, Cuando todos esperaban el clásico rocanrol toda la noche, la banda nos regaló “Do You Love Me”, misma en la que soltaron una docena de enromes globos que sirvieron para entretener aún más a la audiencia.
Y entonces sí, “Rock and Roll all night” con las explosiones confeti, el coro memorable, la guitarra rota de Paul, una última mirada a la lengua babeante de Gene, lo curioso que se ve Eric al lado de los otros tres que le sacan 10 cm y un sentimiento de nostalgia difícil de explicar. Esa bien pudo ser la última noche de Kiss en México, aunque tampoco está de más imaginar que podrían romper esa promesa y volver en el futuro, quizás a un inmueble cerrado en el que, ahora sí, trajeran todo el arsenal.
No sé si ese fue el adiós, pero si así fuera, la mezcla convulsa de recuerdos de todas sus presentaciones en la CDMX me acompañarán por el resto de mis días y probablemente, porque la promesa sólo la hice para mi mismo, cuando llegue el día en que este mundo ya no coexista con Kiss, me tatuaré el logo de la Kiss Army.
Gracias por todo Kiss, gracias por siempre.

*Todas las fotos son cortesía de Lulú Urdapilleta/Ocesa



2 comentarios:

Metal Warrior dijo...

woww es una experiencia unica estar en un concierto de Kiss

Alejany López dijo...

Lo viví y leyendote lo reviví!
Guardo la esperanza de que vuelvan, Kiss es una banda legendaria que no debe despedirse en un festival, debe despedirse en un concierto exclusivamente de ellos, sin otras bandas.
Así que, a esperar la fecha de su regreso.