Bésame mucho

Mañana y pasado estaré en Monterrey, probablemente con poco acceso a la red, así que dejaré un texto largo. En octubre, la revista Nocturna le dio su portada a Kiss (sabia decisión, Martín) y me pidieron escribir el texto principal. Lo hice pero lo había olvidado. Digo, me lo pidieron por mayo o junio, pero cuando se anunció disco nuevo para octubre, guardaron la edición unos meses más. Hoy me llegó un mail en el que me decían que había algunos comentarios favorables sobre el artículo, así que decidí compartirlo.
Sí, seguro tiene algún error. No importa, este es "un paseo por la mente de Chico Migraña" y no una enciclopedia metalosa.

BÉSAME, BÉSAME MUCHO
Por Chico Migraña

Ya es tradición. En las bocinas del sistema de amplificación de sonido suena Won´t get fooled again de The Who. A la mitad de la canción hay un solo de sintetizadores acompañado por un frenético repicar de tambores varios, y de pronto, Roger Daltrey exclama un violento yeah!. En ese justo momento se apagan las luces del recinto y el rugido de la audiencia deja claro que el mundo deja de ser el de siempre, por lo menos por las siguientes dos horas. El escenario queda cubierto por una manta que en diversas formas (en blanco y negro, a colores…) muestra el logo de la banda. Y así, tan rápido como se apagan las luces se enciende el motor de la cultura kissera. Casi siempre es Deuce la primera canción que suena, y cuando empieza la batería, una explosión sacude los asientos y tira al piso la manta. Los cuatro guerreros convertidos en súper héroes aparecen en escena y la magia comienza.
Sí, queríamos lo mejor y lo hemos obtenido por más de 35 años. Y no sólo es cuestión musical, o de imagen, o de mercadotecnia o, o, o. Kiss es mucho más que una banda de rock. Difuminarla al mero impacto que genera el correr de las notas musicales sería faltarle al respeto. Para todo aquél que vive bajo el influjo del beso queda claro que la banda representa una forma de vida. La palabra significa beso, ni más ni menos, aunque la iglesia, la cerrazón mental y la ignorancia digan lo contrario. Un beso es pasión, entrega, intercambio, sumisión, decisión, placer. Y puede ser muchas cosas más, tantas como terminales nerviosas tenemos en la lengua, los labios, la fantasía.

La relación del cuarteto neoyorquino con el resto del mundo ha sido diversa. Lo ha dicho Paul Stanley, “Kiss es una banda que amas u odias. Si estás en medio, quítate”. Breve, concisa y muy descriptiva. Esa frase de alguna manera refleja la ideología de la banda y sus seguidores: vivir al máximo sin pensar mucho en lo que otros digan, ser alguien, luchar por conseguir tus objetivos, ser feliz. Durante años, los medios informativos especializados trataron a Kiss como escoria. Revistas que en los años 70 dominaban la escena del periodismo musical, como Rolling Stone descuartizaban cualquier cosa que tuviera esas cuatro letras o los maquillajes impresos. Curiosamente, los pseudo intelectuales que acosaban (y acosan) a Kiss siempre fueron entes amargados que jamás entendieron que la magia se goza más cuando el mago no descubre sus secretos. Y así, sin querer, sin planear, Kiss ya no eran cuatro personas que usaban maquillaje y disfraces. Uno de ellos, el que escupía sangre, era un demonio de verdad, uno más era algo como un amo de las bestias, otro era un chico estrella y el cuarto venía de otro planeta, Jendell, concretamente. Mantuvieron el anonimato por muchos años. Abundan historias de que compraban los rollos fotográficos a aquellos que captaban sus rostros al desnudo. Y así, escondidos tras sus alter egos se crearon miles de historias en torno a ellos. El mundo, además, era más inocente. No existían internet ni la televisión por cable ni los teléfonos celulares que permiten mandar mensajitos a cualquier parte del mundo con cierta instantaneidad. Uno se enteraba de lo que pasaba con el clásico concepto “boca a boca”, un amigo me contó, leí en una revista que…
Sus discos eran aventuras con vida propia. Nunca antes un conjunto de rock salía en las portadas de sus discos con una imagen tan escabrosa aunque auténtica, tan extravagante aunque original. Los pósters -que abundaban por cierto- se convertían en portales dimensionales que obligaban a que la imaginación se despertara. Y las tiendas vendían los discos en versiones nacionales, así que muchos niños y adolescentes que no sabían inglés tarareaban versos sueltos de canciones que se llamaban Pistola de amor, Presumida, Dios del trueno, Vaciador de yeso, Rocanroleando toda la noche y Más caliente que el infierno, entre muchas más. México siempre fue un bastión kissero. En todos los niveles sociales se hablaba de los cuatro enmascarados. En los tiempos en que la banda de Los Panchitos esparcía terror por los rumbos de Tacubaya, más hacia el sur había otra que se llamaba =BUK=. Así pintaban las paredes en unidades habitacionales como Plateros. Y pocos fuera del submundo del pandillerismo sabían que eso significaba Banda Unida Kiss. En la televisión se hacían parodias en todo tipo de foros, desde Odisea Burbujas hasta La Carabina de Ambrosio. Se hicieron cómics referentes a la banda, como aquél Súper Chiss. Era un grupo más conocido que cualquier otro en nuestro país, tanto así que la primera vez que vinieron, lo hicieron sólo en plan promocional, sin conciertos, “para agradecer al amor de los mexicanos por la banda”, como lo consignaba la extinta revista Notitas Musicales de octubre de 1981. Esa misma revista destacaba una historia que hasta hoy, muy pocos conocen. Kiss estuvo en México tres días. Uno de ellos lo pasaron en un hospicio del Estado de México. Visitaron a niños huérfanos; iban vestidos, maquillados, sonrientes y muy dispuestos. Obviamente las televisoras no lo consignaron, eran los tiempos de Siempre en Domingo, cuando el rock era visto como algo peor que delito. Y Kiss nunca ha sido una banda que haga públicas sus acciones altruistas. Tal vez los niños no sabían de la existencia de los súper héroes, o siquiera que formaban una banda de rock. Para ellos debió ser sin embargo impresionante. Son altos, y con plataformas de 15 o 20 centímetros en los pies, maquillados, con trajes que parecían sacados de un cuento más bizarro que cualquier alucinación de Walt Disney, la escena debió ser única. Lástima que aquí esas cosas no importan, que en nuestro país sólo es trascendente saber qué estelar de telenovela se acuesta con qué co estelar de la misma.

El sentimiento Kissero es entonces algo difícil de explicar. ¿Cómo poner en palabras la alegría mezclada con orgullo e incredulidad de estar sentado en medio de un cuarto decorado con réplicas originales de todos los discos de Oro y Platino que ha conseguido el cuarteto? Porque la numeralia sólo sirve para engordar textos, pero también puede fungir como apoyo de una leyenda. Kiss ha logrado la segunda mayor cantidad de Discos de Oro en la historia de la música popular en Estados Unidos. El dato es corroborable en la base de datos de la RIAA (Recording Industry Association of America). Sólo The Beatles los superan. Dicho cuarto es apenas uno de los múltiples rincones impresionantes y hermosos que conforman el Kiss Lounge, el único bar/museo dedicado enteramente al cuarteto en el mundo. Dicho lugar se encuentra en el kilómetro 45.5 de la carretera México Toluca. Todo comienza sobre el asfalto. Llega un momento en que la hermosa vista de bosque y bruma se rompe por un anuncio espectacular diferente. Es el logo de Kiss, enorme, en blanco y sobre un fondo negro. Al llegar recibe al visitante una especie de casona rural. Toda la planta alta alberga un bar más o menos típico, con billar, dardos, recuerditos y adornos clásicos de antro. Al fondo sin embargo hay unas escaleras que desde su arquitectura parecen descender hacia un calabozo medieval. Todo el sótano es entonces el lounge. Desde las paredes que flanquean las escaleras el ambiente se transforma en homenaje a Kiss. Pósters originales de eventos tan distantes y curiosos como la película traducida al español como Kiss en el infierno del rock ofrecen un aire de nostalgia combinado con leyenda. Hacia cualquier lugar que se distraigan los ojos se encuentra algo inverosímil. Kiss ha colocado su imagen a todo lo que la imaginación alcanza, y buena parte de esa memorabilia está exhibida en este mágico recinto. Las vitrinas están repletas de elementos míticos, discos de 45 revoluciones por minuto exclusivos de nuestro país, como uno patrocinado por pilas Ray O- Vac; ediciones numeradas de discos que hoy son de colección por algún error de impresión; instrumentos originales firmados y foliados que van desde un parche de tarola de Eric Singer a un bajo de hacha de Gene Simmons, o una guitarra de Paul Stanley partida a la mitad… Dan ganas de tumbarse en alguno de los sillones y mirar al techo nada más para que la mente asimile todo lo que se le ha ofrecido, pero el techo también es parte del encanto y cada habitación está adornada con algún referente kissero, como la portada del clásico Rock and roll over. Alguien nacido bajo el signo del beso se puede quebrar en llanto de emoción, pero un visitante casual seguro la pasará bien, porque son muy pocos los espacios rockeros que transpiran tanta leyenda y amor por una banda. Y hablando de Kiss, este sitio es único en el mundo.

Kiss es también el grupo que tuvo en sus filas a un baterista impresionante que tuvo la desgracia de perder una batalla contra el cáncer el mismo día que murió Freddie Mercury. La carrera del cuarteto neoyorquino no ha estado exenta de tribulaciones. El mundo recuerda poco a “El Zorro”. Murió y dejó tras de sí un enorme legado, pero la coincidencia de su deceso con la del legendario líder de Queen opacó su trascendencia. Tanto así que Paul y Gene tuvieron que mandar una carta de protesta a la Rolling Stone en la que expresaban su desaprobación por la falta de respeto de la publicación al ni siquiera mencionar al gran Eric. No importaba si la revista los quería o no, se trataba de no menospreciar una vida, la de un artista que se entregó al rock y a sus fans. En fin, ser hijo de Kiss significa aprender a lidiar con esos golpes bajos, y eso, también, es parte de su legado.
Kiss se autodenomina la banda más caliente del mundo. Para millones de nosotros, lo es. Además, en su estilo y en su espíritu, siempre han sido cuatro chicos salidos de las partes menos elegantes de Nueva York. Cuando vinieron al Foro Sol en 1999, tras el concierto, decidieron irse a jugar boliche. Llegaron al de Tecamachalco y sin hacer mucho ruido, pidieron que se cerrara el lugar. Los que ahí estaban vivieron un sueño inimaginable, aunque algunos no pueden ya demostrar su presencia en aquél lugar. Una chica que trabajaba en Ocesa estaba ahí. De buen ver, no le costó trabajo que la tomaran en cuenta. Pidió que le firmaran su bola de boliche, lo cual hicieron los cuatro. Al calor de la fiesta, decidió seguir en el intento de lograr una chuza. El plumón no aguantó tal maltrato y los autógrafos se borraron; quedaron esparcidos en forma de tinta sobre la delicada madera del boliche. No importa, las firmas son lo de menos, no muchos pueden presumir haber jugado contra Kiss. Sí, queríamos lo mejor y lo hemos obtenido cada vez. Gracias Paul, Gene, Ace, Peter, Eric, Vinnie, Mark, Bruce, Eric y Tommy. Gracias Kiss y por favor, bésame, bésame muchos años más. [Fin]


*La foto con el logo variado es de un disco original alemán. Allá está prohibido el logo normal por la similitud de las eses con la SS nazi.

Chico Migraña hijo de Kiss